De Leganés a Boadilla por el camino largo

Desde que subiéramos al Alto del León hace un par de semanas llevo pretendiendo hacer una salida tranquila, pero no me sale. El fin de semana anterior nos pegamos otra paliza subiendo por Villa del Prado así que este fin de semana, sí o sí, tocaba una ruta llana. De manera que nos pusimos a buscar en Wikiloc y Miguel encontró esta ruta MTB de Leganés a Boadilla que en su día compartió el usuario Porterazos2020. Vamos a ver qué tal nos queda.

Track descargable en Wikiloc

 

52 Kilómetros con 334 metros de desnivel positivo parecían bastante asequibles. Así que decidimos hacer esta ruta el domingo. Pero siendo que comienza en el Parque de las Presillas (en Alcorcón) propuse cambiar el punto de salida e iniciar la ruta en mi casa (y/o la de Sergio)… añadiendo unos 12 kilómetros al recorrido que ya metidos en harina tampoco es tanto… ¡Qué optimista se es desde el confort del sofá y qué duros se hacen 12 kilómetros cuando llevas 50 en las piernas!

El domingo a las 9 de la mañana, con puntualidad suiza, estábamos Miguel, Pablo, Ángel, Sergio (que arrastraba un resfriado pero no se quiso perder esta ruta saliendo desde nuestra casa) y un servidor vestidos con relativo abrigo y rebosantes de ilusión ciclística. El día amanecía frío pero soleado. Por suerte el viento, que el día anterior había soplado fuerte, no hizo acto de presencia.

Salimos de las cercanías de la Renfe de Zarzaquemada y cruzamos la M425 (la carretera de Carabanchel) para coger el carril bici y subir junto al Estadio Municipal Butarque hasta el cementerio. Lo rodeamos y salimos del carril bici para bajar por la senda que muere en la calle Física (que acabo de descubrir que es el nombre de «la cuesta del cementerio»). De haber seguido por el carril bici junto al Carrefour en paralelo a la M425 nos habríamos ahorrado esos 25 metritos de la subida hasta el cementerio pero quería enseñarles esa senda que es lo más parecido a un sendero bonito que tenemos cerca de casa.

Retrocedemos ligeramente hasta los campos de entrenamiento del C.D. Leganés y volvemos a coger carril bici en el parque lineal Butarque en el que ya a las 9 de la mañana había multitud de pescadores probando suerte con las carpas.

 

Rodamos a buen ritmo hasta llegar al parque de las presillas, ya en Alcorcón, y justo antes de alcanzar el recorrido del track original… Pablo dice que ha pinchado.

No lleva ni cámara de recambio, ni desmontables, ni parches, ni bomba, ni Cristo que los fundara. Sergio, que también lleva bicicleta con rueda de 26″ le ofrece una cámara de recambio pero no sirve porque es de válvula Schrader y la llanta de Pablo es para válvula Presta. Pero como somos gente precavida y curtidos en unas cuantas batallas, llevamos parches de los de toda la vida. Toca reparar el pinchazo a la antigua usanza.

 

Identificamos el pinchazo: ¡Una maldita chincheta! Y usamos un parche autoadhesivo de la marca Zefal que llevaba yo en mi mochila (hoy llevo mochila en vez de riñonera porque siendo una ruta larga decidí llevar agua en la mochila además del bidón) y que nos ahorra algo de tiempo. Pero este parche tiene muchos años a sus espaldas y tras ponerlo y manipularlo vemos que se cuartea… no estamos seguros de que vaya a aguantar. Vemos además, tras montar de nuevo la rueda e hincharla, que la punta de un abrojo está clavada en la goma. Decidimos no quitarla, hinchar bien la rueda y seguir el camino con los dedos cruzados esperando que el parche caducado guarde el aire y que la punta del abrojo no esté pinchando la cubierta hasta la cámara.

Subimos hasta el Museo de Aeronáutica y Astronáutica (muy recomendable) y cruzamos la A5 por la pasarela peatonal para llegar por la carretera (en mal estado, dicho sea de paso) hasta la Venta la Rubia, atravesándola para seguir en línea recta por esa pista con trampas de arena hasta el tercer giro a la derecha. Aquí el terreno nos da un respiro porque hasta ahora no hemos hecho más que subir. Si bien el desnivel es mínimo, el ritmo marcado por Miguel no lo es tanto. Menos mal que Sergio y yo conocemos esta zona de maravilla y podemos corregirle en un par de giros erróneos que toma al ir en cabeza con el GPS.

Nos acercamos a la M50 y ahora el camino desciende ligeramente. Nos vamos cruzando con multitud de ciclistas, estos caminos son muy frecuentados y hace un día excelente. Cruzamos la autovía por un paso subterráneo bastante oscuro y lleno de «cosas» que me recuerdan las películas americanas de asesinos en serie. No tienen que pasar cosas buenas en ese túnel por la noche, no…

Nada más salir del túnel giramos a la derecha y entramos en una zona de toboganes. Los odio. Se cansa unos subiendo y se cansa uno bajando porque se esprinta para coger velocidad y remontar el la siguiente cuesta con la inercia. Por suerte son apenas tres los «sube-baja» y enseguida dejamos esa pista que corre paralela a la M50 para tomar a la izquierda un camino muy roto que baja alegremente hasta el Arroyo de la Vega, junto a la M501. Una serpenteante pasarela peatonal nos permite cruzar esta autovía. Pablo anuncia que su rueda va perdiendo aire. No está en el suelo, pero ha perdido presión. Decidimos meterle de nuevo aire y seguir. La estrategia sería parar cada 10 kilómetros más o menos para hinchar la rueda.

El camino ahora pica hacia arriba de nuevo. Es una rampita corta la que nos separa de la urbanización «El Bosque», pero nos pone en nuestro sitio. Y al llegar al final tenemos que parar porque Pablo vuelve a decir que su rueda ha perdido aire. Merece la pena invertir 20 minutos en reparar el pinchazo correctamente antes que estar parando a cada poco rato para meterle aire a la rueda.

 

Aprovechamos la parada para comer algo. Comprobamos que, efectivamente, el aire se sale por el parche autoadhesivo y que la punta del abrojo no ha llegado a perforar completamente la cubierta. La solución vulcanizante de Sergio no «vulcaniza» sobre el parche autoadhesivo así que hay que retirarlo con las uñas y con paciencia. Una vez retirado, nos tomamos nuestro tiempo para ejecutar la reparación de toda la vida, dejando que la solución se seque un poco antes de poner el parche tradicional. Parece que ahora la rueda aguanta el aire, vamos a ver si no tenemos que volver a pararnos unos kilómetros más adelante con la rueda de Pablo en el suelo.

Callejeamos un poco por la urbanización (con casas con muy buena pinta) y llegamos a un sendero que corre junto al Arroyo de Valenoso rápido y divertido de rodar que encontramos bloqueados en un par de ocasiones por los restos catastróficos de Filomena en forma de árboles tronchados.

 

Hemos empezado la parte más divertida de la ruta, los senderos que discurren junto al Rio Guadarrama y que hacen nuestras delicias aún estándolos compartiendo con multitud de ciclistas y senderistas.

Haciendo las cosas bien hay sitio para todos. El primer tramo de sendero nos lleva hasta la carretera M513. La cruzamos por debajo y entramos en la finca Romanillos. No nos damos cuenta de que pasamos junto a un cartel que pone «propiedad privada, prohibido el paso». Lo sentimos, un descuido lo tiene cualquiera.

Durante unos 5 kilómetros rodamos en llano a buena velocidad entre pistas con buen firme y senderos limpios y con mucho flow.

 

En este punto hemos alcanzado el punto medio de la ruta. Es mejor no pensar en la tira de kilómetros que nos quedan por rodar. Pablo hace tiempo que dice que va tocado y Sergio empieza a sentir calambres. No pinta bien la cosa…

En este punto casi muero:

 

Para no meterme por el charco tomé el camino de la izquierda.. Un ciclista venía de frente pero la encina nos bloqueaba la visibilidad a ambos. Por suerte él fue inteligente y tocó su timbre, lo cual me alertó y clavé los frenos. Él hizo lo propio y debimos quedarnos a cinco o diez centímetros de darnos el uno contra el otro rodando al menos a 20 km/h. Nos hubiéramos dado una buena, sí. Muy amablemente por ambas pastes nos pedimos disculpas, nos preguntábamos si nos encontrábamos bien y retomamos la marcha con el susto metido en el cuerpo pero celebrando que habíamos podido salvar la situación.

Poco antes de llegar a la M503 giramos a la derecha para encarar las rampas más duras de la jornada. Que no eran nada del otro mundo, pero las piernas picaban por la velocidad a la que veníamos rodando por el llano.

 

Las vamos superando como buenamente podemos cada uno… Agradezco la corona de 50 dientes que me da ese cuartelillo que me faltaba con el doble plato.

Pablo echa pie a tierra (¿he dicho que llevaba sin montar en bici desde 2019?) y a Lude le juega una mala pasada el cambio teniendo también que parar y caminar un trecho.

Una vez arriba nos reagrupamos y nos tomamos unos minutos de descanso, meadita incluida, para comer algo a la sombra de una encima. Las vistas son buenas y el día espléndido.

 

Seguimos rodando y llegamos a las primeras urbanizaciones al norte de Boadilla del Monte. El terreno no es especialmente complicado salvo por alguna cuesta aislada que nos calienta las piernas y el kilometraje que llevamos ya encima, superando los 45 kilómetros. El ritmo, no yendo a saco, tampoco es precisamente de paseo. Hacemos lo que podemos. Atravesamos la urbanización. Rodar por asfalto nos da un poco de vidilla, parece que se avanza mejor. Pasamos por la M50 por una pasarela peatonal y entramos en el Monte de Boadilla.

 

Enseguida nos sorprende la cantidad tan enorme de gente que abarrota los caminos y las praderas.

Rodamos con precaución para evitar un accidente por el camino de Majadahonda, una pista ancha y eminentemente descendente que recorre el monte por su cara este hasta la M513 y el complejo deportivo municipal de Boadilla. Y si hasta aquí había gente, desde el polideportivo hasta el palacio del Infante Don Luis, ya en el casco urbano, parecía El Rastro. Muchísima gente disfrutando de la mañana (ya casi mediodía) respetando, por lo que veo, las medidas de seguridad.

Salimos de Boadilla con cierto alivio de dejar atrás el agobio de gente y tomamos el camino que discurre a lo largo de la ciudad financiera hasta el polígono de Ventorro del Cano. Se hace bola. Los kilómetros pesan. Sabemos que lo que resta es fácil de recorrer, llano y cesta abajo, pero no vemos la hora de llegar a casa.

 

Llegamos a la Venta la Rubia y deshacemos el mismo camino que hemos tomado hasta llegar aquí. Con más pena que gloria y las piernas muy cargadas conseguimos llegar al aparcamiento después de 63 kilómetros.

Ruta disponible en Wikiloc

 

La eterna guerra de los desniveles. 435 según Wikiloc, 635 según Strava… Lo que está claro es que no eran los 334 que prometía el track original.
Sergio y Pablo no pudieron quedarse al tercer tiempo porque se nos había hecho algo tarde. Habíamos pasado cinco horas en ruta entre pitos y flautas. Ángel, Miguel y yo sí nos tomamos una rápida a la salud de los cinco.

 

Me quito el sombrero ante el pundonor de Pablo y de Sergio. El primero, por meterse una ruta como esta sin haber montado en bici en muchos meses. El segundo, por hacerse los últimos 23 kilómetros con calambres y las piernas hechas un mojón.

Parece que estamos en racha. ¿Cuál será la siguiente «ruta tranquila»? ¿Qué nueva paliza nos deparará el fin de semana que viene? ¿Repetirá Pablo o ya ha tenido bastante bici para otro par de años?

Permaneced atentos al blog que la primavera, nuestra estación preferida para la bici, no ha hecho más que empezar.

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