Vía Verde del Bidasoa en bici con niños

Las Vías Verdes son excelentes candidatas para recorrer en bici en con niños. En familia. Si, además, el recorrido transcurre al lado de un río y se realiza un día de calor tendremos todos los ingredientes para pasar un día estupendo. Si el entorno es bonito ya lo tendremos todo y solamente tendremos que disfrutar del camino levantando la vista para no perdernos detalle de los lugares por donde pasemos. Tomad asiento y leed con calma, que lo que os voy a contar es un planazo para vuestras próximas vacaciones: la Vía Verde del Bidasoa.

 

Mi querida RCZ me acompañó en esta modesta aventura cicloturista

 

En la entrada anterior contaba que estábamos de vacaciones en la provincia de Burgos, muy cerca de la provincia de Soria. La siguiente parada de nuestro itinerario era Erratzu, en el Valle del Baztán, Navarra. No dejéis de visitar el Valle del Baztán, no os arrepentiréis. Una de las actividades que teníamos programadas era recorrer parte de la Vía Verde del Bidasoa, que comienza en Oyeregui, pero nosotros empezamos nuestra ruta en Santesteban, a unos 25 minutos en coche de Erratzu. Elegimos este punto de inicio porque es donde se encuentra el Centro BTT Ametzia. Para evitar cargar con las bicicletas de Lourdes y las niñas durante todas las vacaciones, como solo las íbamos a utilizar este día, decidimos alquilarlas y el Centro BTT Ameztia provee de este servicio con comodidad y a un precio razonable. Tienen además un buen bar y un hostal. Y son muy, muy, muy amables.

A nosotros, que no recorrimos toda la Vía Verde, medio día nos fue suficiente

 

Por otra parte, las bicis que tienen para alquilar cumplen, pero no son nada del otro mundo, muy básicas y pesadas. Los adultos pueden elegir entre bicicletas de paseo o de montaña. Lourdes quiso utilizar una de montaña y se equivocó en la elección porque no está acostumbrada a la postura y a llevar mochila y se le cargaba el cuello todo el rato hasta el punto de tener que colocar la mochila en el manillar atada con sus propias correas de manera rara.

Bici de entrada de gama montada en 3×7 y con ruedas, claro, de 26″

 

Para las niñas, bicis parecidas pero en 24″. Todas estaban bien mantenidas y cambiaban y frenaban perfectamente. Además el alquiler incluía los cascos y un spray repara-pinchazos. Maiilots y culottes los llevábamos de casa, eso sí.

 

La primera vez que Alicia usaba una 24″ y le gustó. Ya no quiere 20″

 

Una vez pertrechados y con una mochila llena de agua y comida nos pusimos en marcha. No habíamos madrugado precisamente para comenzar a rodar de buena mañana y comenzamos a mediodía. Las bicis se pagan al devolverlas. No íbamos con prisa, nos daba igual pagar medio día o el día completo. Tampoco íbamos a rodar deprisa y por supuesto teníamos muy claro que no íbamos a recorrer la Vía Verde por completo (42 Km). Nuestro plan consistía en dar un paseo y buscar un sitio agradable donde comer a la sombra y darnos un baño (también llevábamos bañadores en otra mochila).

Hay varios carteles indicativos del recorrido

 

Se sale de Santesteban recorriendo el parque Intzakardi. Desde el principio el río es protagonista del paisaje y el ojo adiestrado de cualquier pescador podrá distinguir multitud de truchas haciendo sus cosas de peces.

 

Como corresponde en el norte de España y especialmente al lado de un río, la vegetación lo inunda todo con su verdor. Pero una de las cosas que no me gustaron de la Vía Verde del Bidasoa se hizo patente muy pronto. Y es que el trazado está habilitado para ser usado por vehículos a motor, algo que no había visto yo en ninguna Vía Verde y ya he recorrido unas pocas. Evidentemente circulan con muchísima precaución, pero es un rollo tener que estar pendiente de echarte a un lado al paso de un coche que ocupa casi toda la calzada.

 

El suelo en los primeros kilómetros es de asfalto gris, no el típico rojo tan característico de los carriles bici. Luego se transforma en una pista en muy buen estado. También nos encontramos con varios túneles que a pesar de no tener iluminación no representan peligro alguno porque además de no tener baches u otro tipo de obstáculos, desde la entrada se ve la salida con lo que siempre se tiene una referencia a la que dirigirse.

 

Atravesando uno de estos túneles llegamos a Sumbilla. No vemos indicaciones que indiquen el trazado que nosotros queremos seguir, pero no es complicado encontrarlo teniendo en cuenta que transcurre siempre paralelo al río. Otro punto negativo de la ruta es que también en paralelo al río tendremos la carretera N-121-A. Y durante muchos kilómetros oiremos el ruido de los coches al pasar.
Si, como debe de ser, nos vamos fijando en el paisaje veremos represas en el río…

 

…espantapájaros espectaculares…

 

 

… caídas de agua muy bonitas de ver…

 

 

… caseríos típicos del valle que impresionan por su tamaño y por lo bien cuidados que están…

 

 

… y escenarios de cuento de hadas.

 

 

Otro punto a mejorar es la ausencia de áreas de recreo aledañas al recorrido, esto es, un triste merendero donde apartarse a comerse un bocata. Por suerte una marca en un árbol junto a una especie de cercado abierto para personas pero cerrado para vehículos a motor nos llamó la atención.

 

 

Atravesándolo llegamos a un puente colgante sobre el río.

 

 

Y al asomarnos… premio. El lugar que estábamos buscando para descansar.

 

 

Habíamos recorrido unos 10 kilómetros y era buena hora para comer. También decidimos que tras el descanso iríamos de vuelta porque ya habíamos recorrido la distancia suficiente como para hacernos una idea de los encantos de la Vía Verde y además hacía calor. Bajamos las bicis para tenerlas razonablemente a la vista.

 

La verdad es que no había mucho sitio a la sombra y toda la orilla era de cantos rodados. Vamos, que no fue el mejor picnic de nuestra vida, pero el baño nos supo a gloria.

 

 

El camino de vuelta era ligeramente ascendente ya que en la ida habíamos rodado a favor de la corriente, cuesta abajo.

 

 

Hicimos varias paradas para beber agua, tomar fotos, grabar algún vídeo, reagruparnos e incluso comer unas fresas silvestres que nos encontramos al borde del camino.

 

 

A Alicia la bici de 24″ tal vez le quedaba un poco grande y el peso de la misma le pasaba factura así que sin prisa fuimos desandando el camino hasta Santesteban y, aún sin pretenderlo, llegamos antes de 4 horas a devolver las bicicletas prestadas. En el mismo bar del centro de BTT nos tomamos una coca-cola con hielo (las niñas un helado) que nos sentaron de maravilla, sobre todo por el aire acondicionado del local. El día era caluroso. El Valle del Baztán es un sitio húmedo pero no especialmente frío.

 

 

Algo menos de 20 kilómetros para pasar un buen día de ciclismo con niños y tachar de la lista de «pendientes» otra Vía Verde. Pronto tendremos que ir pensando qué otra puede ser candidata para nuestra próxima aventura ciclista en familia.

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