Vía Verde de la Minería con los niños

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Visitar el Valle de los Pedroches (provincia de Córdoba) en primavera siempre es una buena idea. Si además uno de los planes consiste en un día de bicicleta en familia recorriendo la Vía Verde de la Minería, la cosa empieza a pintar muy bien. Si añadimos también que buenos amigos compartirán la jornada con nosotros y que el día elegido amanece soleado y con una temperatura perfecta tenemos todas las papeletas para pasar un rato que recordaremos durante muchos años.

 

Pero vamos por partes. Estamos hablando de la Vía Verde de la Minería. Un recorrido lineal que no llega a 15 Km y que comienza en las afueras de Alcaracejos / Villanueva del Duque y que termina en el límite municipal de Villanueva del Duque con Bélmez. Teníamos pendiente recorrer esta Vía Verde desde la primavera de 2020 pero la pandemia nos lo impidió. Las vacaciones de Semana Santa nos brindaron una nueva oportunidad y Pablo y su hijo Samuel no se lo quisieron perder.

 

 

Con tanta bicicleta el patio de la casa parecía una tienda de bicis. Mamen, la madre de la criatura y pareja conyugal de Pablo se tuvo que quedar en casa descansando porque una contractura en el cogote le impedía la práctica del ciclismo por suave que este fuera. Ya habrá más ocasiones de salir en bicicleta por los campos de España.

 

 

La logística del desplazamiento se resolvió con relativa facilidad. Pablo en su coche llevaba la bicicleta de Samuel y Lourdes y yo llevábamos las cinco restantes. Cuatro en el portabicicletas de bola y otra en el de techo. Así recorrimos los 45 minutos que separan Conquista, donde tenemos la casa, de la estación de El Soldado, punto de inicio de la ruta.

 

 

La primera impresión, que muchas veces es la que cuenta, es excelente. Hay buen aparcamiento, paneles explicativos, aparcamiento de bicicletas y la antigua estación está restaurada para deleite del visitante. La cosa pinta bastante bien. Son las 13:00 cuando comenzamos a dar pedales tras bajar las bicis de los coches y terminar de hacer los últimos ajustes. Para esta ocasión monté un portabultos en el cuadro de la Kona Explosif, que tiene roscas para tal propósito. Es curioso pensar que una bicicleta que en su día era muy, muy top pudiera llevar estas roscas. Es como si hoy las llevara una Specialized Epic HT, se me ocurre. Se ve que antes, al haber menos especialización, las mismas bicis servían para cicloturistear y para competir.

 

 

En este caso, en vez de unas alforjas, llevaba una vieja nevera de tela bien amarrada con bebida y algo de comida, lo que requería frío. El pan y algo de aperitivos los llevaba Pablo en una mochila.

 

 

Nos perdimos un poco al principio y tratando de seguir el trazado original del tren minero acabamos rodando por un pedregal que en pocos metros se convirtió en campo de cultivo. Fueron apenas 200 metros en los que no perdí el teléfono de milagro al salírseme del bolsillo con el meneíto. Menos mal que Lourdes rodaba detrás mía y lo vio caer. En realidad el recorrido correcto estaba a unos metros a nuestra izquierda. Y estaba bien señalizado. Fallo nuestro.

 

 

Afortunadamente la dirección era correcta y pudimos enlazar con la Vía Verde enseguida. Teníamos ante nosotros una recta infinita que recorrer. A ambos lados, alambrada y ganado disperso aquí y allá. El rodar era placentero, recién estrenada nuestra aventura. Extrañamente apenas nos cruzamos con otros usuarios. Una infraestructura como esta en los alrededores de Madrid sería casi intransitable.

 

 

Hitos kilométricos, merenderos, bancos salpican el recorrido. Además de postes y señales en cada cruce que impiden que vehículos a motor circulen por la Vía Verde. Y todo en muy buen estado de conservación.  Me quito el sombrero.

 

 

Como íbamos sin prisa y regaladitos se me ocurrió preguntarle a la tropa si les apetecía parar para tomar un aperitivo. La respuesta por parte de los niños fue rotunda: claramente sí. Pero el recorrido en ese punto, la recta infinita, no ofrecía ningún apartadero donde parar con comodidad así que decidimos continuar adelante un poco más.

 

 

La ruta está muy bien señalizada pero encontramos un error en el recorrido indicado por la web. Según este, la Vía Verde continúa recto pasando por la derecha de la estación en ruinas de la foto de arriba. En cambio las flechas (y una alambrada que impide el paso) señalan un cambio de dirección a izquierda por una pista en muy buen estado y un nuevo giro a la derecha para tomar un camino que definitivamente nos lleva a la estación de Peñas Blancas. Intuyo que este camino que estuvimos obligados a tomar (en naranja) es bastante más atractivo que el del trazado en verde que propone la web de Vías Verdes. Lo «malo» es que tenía un par de cuestas.

 

 

En este tramo el camino transita por campo abierto, sin alambradas o muros a los lados, y bien podríamos haber echado la manta debajo de una encina para comer, pero como estábamos tan cerca de Peñas Blancas convencimos a los niños para llegar hasta la estación y comer allí. Ya pasaba de las 14:00 y no merecía la pena hacer una parada para el aperitivo y otra para comer.

 

 

Nos sorprendió gratamente encontrar merenderos con sombra en Peñas Blancas aunque uno de los sombrajos estaba en el suelo con los postes serrados, no nos imaginamos el motivo.

 

 

Pusimos la manta a modo de mantel sobre una de las mesas y sacamos comida y bebida para preparar unos bocadillos de jamón con tomate. No es buena idea, tomad nota, comer jamón durante una ruta en bici un día de calor. Luego pasa que el agua escasea.

 

 

Pero en ese momento no lo habíamos pensado y… ¡Qué bien supieron los bocatas!

 

 

Tras hacernos algunas fotos, jugar un rato y charlar con un señor que llegó en su todo terreno y que nos estuvo contando sobre el lugar ya que se habría criado por allí retomamos nuestro camino.

 

 

Nos quedaban apenas cuatro kilómetros y medio de Vía Verde y la recorreríamos con la barriga llena.

 

 

No habíamos avanzado ni 100 metros cuando vimos un charco plagadito de renacuajos. La parada, claro está, era obligatoria. Estos pequeños alicientes son los que hacen que los niños recorran distancias razonables sin aburrirse demasiado. Ellos no disfrutan, como nosotros, simplemente de dar pedales mirando el paisaje.

 

 

Poco antes del final de la Vía Verde atravesamos la «Trinchera Bonita». Reconozco que al leer esta referencia en las flechas indicativas pensé que se trataría de arqueología de la Guerra Civil, pero no. En este contexto una trinchera es un desmonte que se ejecuta para que el tren pueda atravesar una loma. Y hay varias a lo largo del recorrido, siendo esta «Trinchera Bonita» la más representativa. Las paredes de la trinchera estaban aseguradas con malla metálica porque como pudimos comprobar la roca es quebradiza y se pueden producir desprendimientos con relativa facilidad.

 

 

Esta última parte de la ruta es significativamente más bonita que la primera parte. Casi sin darnos cuenta llegamos al final del recorrido, a mitad de camino entre Villanueva del Duque y Bélmez. Paramos para refrescarnos y comer unas galletas. Andábamos mal de agua, el jamón y el calor habían hecho estragos. Pero lo peor es que a Lourdes, que se paraba a cada momento a revisar las esparragueras porque esta primavera se han dado muy, pero que muy bien los espárragos trigueros, le picó una abeja en la oreja, que se le puso roja como un tomate y le dolía a rabiar.

 

 

La vuelta, por el mismo camino que la ida al ser las Vías Verdes recorridos lineales, se hizo más ligerita porque además de ser en ligera cuesta abajo rodábamos por camino conocido y no era menester pararse a revisar todo lo que nos llamara la atención… salvo por la excepción de una charca que era parada obligada y en la que pudimos ver algún que otro pez.

 

 

Cinco horas y poco menos de 30 kilómetros después llegábamos de vuelta a la estación de El Soldado. Montar de nuevo las bicicletas en los coches nos llevó cerca de media hora al sol, por si llevábamos poca sed y poca quemazón (eso yo, que no me puse crema). Se hacía obligatoria una parada en un bar para reponer líquidos y tomar un merecidísimo helado. Y así se hizo en Villanueva del Duque.

 

Track en Wikiloc

 

Son ya varias las Vías Verdes que hemos ido recorriendo y esta es bastante recomendable. Pero ni de coña en Verano. El campo estará quemado, los charcos secos y el calor apretará demasiado. A no ser que se opte por recorrer este trazado en ruta nocturna, que tiene que molar mucho. ¡No lo descartemos para futuras aventuras!

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