Ruta de Tres Cantos a la Dehesa de Moncalvillo

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El pasado 15 de enero de 2023 fuimos desde Tres Cantos a la Dehesa de Moncalvillo ¡Vaya forma de estrenar este 2023!

La épica no va mucho con Perdedores BTT pero hay que reconocer que esta primera ruta del año la tuvo. Y risas. Y metidas de pata, vais a ver.

Tras un 2022 lleno de aventuras había que dar escopetazo de salida al nuevo año ciclista. La semana anterior ya habíamos estado hablando para hacer una ruta pero como daban mal tiempo decidimos no salir. En esta ocasión las previsiones no eran precisamente las mejores pero decidimos arriesgarnos. Buscamos una ruta que no fuera «demasiado dura» porque las comilonas de Navidad han hecho estragos en nuestros veteranos cuerpos y hay que empezar suave. Sergio encontró una a la medida de nuestras necesidades: unos 40 kilómetros y algo menos de 400 metros de desnivel positivo pintaban bastante bien. Una pega tenía la ruta: se salía desde una urbanización sin bares. Pero Sergio modificó el inicio para salir desde un punto con su correspondiente establecimiento hostelero para tomar una cerveza al final de la ruta. Y vaya si la tomamos. Y vaya si fue bien merecida.

La sonrisa es bastante fingida, estábamos jodidos

 

A las 9:00 quedamos en una calle de Tres Cantos. Hacía una niebla de las buenas, apenas se podía ver a 15 o 20 metros. Y un frío serio, unos cuatro grados marcaba el termómetro del coche de Sergio. Y lloviznaba. Vamos… todo mal. ¿Quién nos mandaría a nosotros?¿Qué tenemos en la cabeza los ciclistas para salir de nuestra cama calentita un domingo a las 7:00 de la mañana para pasar penurias? Ya lo sabéis, al final nos merece la pena porque nos lo pasamos muy bien pero solo se entiende si se es ciclista.

Con nuestras mejores galas invernales ciclistas acudimos a la cita Javi, Natalia, Jaime, Diana (también de Guadarrama, un placer ver nuevas caras en el grupo), Sergio y un servidor. Tras los abrazos de rigor y los ajustes de última hora nos pusimos a dar pedales. A los pocos metros me tuve que quitar las gafas porque entre la niebla y la lluvia no veía nada. En cuanto dejamos el asfalto de las calles de Tres Cantos nos dimos cuenta de que el terreno estaba muy húmedo. Había muchos charcos que esquivar. Por rodear Diana casi se va al suelo… o al agua. Le dio tiempo de desencalar el pie y la cosa no pasó a mayores.

Fíjate en los goterones que tiene mi casco

 

Íbamos a hacer una ruta circular y comenzamos a subir enseguida recorriendo parte de la mítica vuelta al Soto Viñuelas. Toboganes, los odiamos. Un sube-baja continuo que te destroza las piernas y te mata moralmente porque los kilómetros no avanzan. Y las subiditas no te creas que son tendidas, que son buenos cuestones de los que te hacen meter todo el desarrollo y echarle narices al asunto.

 

 

 

Comenzó a chispear un poco más fuerte. Lo de antes era el típico «calabobos». Y para bobos nosotros. En mitad de la niebla, mojándonos y subiendo cuestas como desgraciados. Al menos el frío se nos pasó rápido. En cuanto comenzamos a subir se calentaron los cuerpos. Por suerte para nosotros en el kilómetro 11 desaparecieron los toboganes… pero comenzó una ascensión que duraría 10 kilómetros. Con algún descanso, cierto es, pero de los que te ponen el caramelito en la boca porque se piensa uno que ya ha terminado de subir y se encuentra con la cruda realidad de que todavía le queda por remontar un cuestón de los gordos. Porque solo Javi en el reloj y Sergio en un GPS que sabe utilizar a medias van guiando, el resto vamos a ciegas.

Una ruta circular de solo subidas

 

Nos cruzamos con un paisano y nos habla de cómo cruzar un arroyo que al parecer lleva bien de agua. Con el frío de la muerte que hace no apetece mojarse los pies, la verdad, sobre todo quedando un par de horas de ruta por lo menos. Nos comenta el señor que se puede pasar montando en la bici pero que también hay un tablón por si queremos pasar andando.

El primero en pasar fue Javi y yo le seguí. Conseguimos hacerlo con salpicaduras de primer grado, nada serio. Como llevo las zapatillas de invierno con Gore Tex no me preocupa mucho mojarme los pies. Si no… otro gallo cantaría. El siguiente en pasar fue Sergio que, como es perro viejo, dando medias pedaladas consigue no mojarse los pies porque nunca baja las bielas del todo.

 

Pero Jaime no toma esa precaución y se lleva un refrescón en un pie que se le ponen los pelillos de la pantorrilla de punta. Por si acaso tenía calor después de las cuestas que veníamos subiendo, que no fueron pocas.

 

Natalia y Diana fueron más precavidas y cruzaron el arroyo saltando de piedra en piedra con la ayuda de Jaime y sus pies mojados. Me paro a pensarlo ahora y me da un poco de vergüenza, también te lo digo. Milenios de evolución y desarrollo y una franja de agua de un palmo de profundidad nos pone a seis personas en evidencia. Vergüenza. Nos faltó sacar el teléfono y preguntarle a OpenIA por cómo se cruza eso.

 

Pero no queda ahí la cosa. Una vez estamos todos al otro lado del terrorífico arroyo los guías se dan cuenta de que el track va por el otro lado, no teníamos que haber cruzado. Claro, como era cuesta abajo y habíamos hablado con el señor ese que nos sugestionó… pues a cruzar sin pensarlo. Así que tocaba pasar al otro lado. Buscando el tablón, que no encontramos, vimos a unos cuantos metros una piedra grande que servía para cruzar con cierta comodidad y sin arriesgarse a meter el pie en el agua.

Natalia, Diana y yo cruzamos por la piedra, Javi y Sergio cruzaron el arroyo montando en bici porque aún queda gente con coraje (y porque se sentían culpables de habernos hecho cruzar porque eran ellos los que llevaban el GPS como recordaréis) y Jaime encontró otro paso más o menos seguro para no volver a mojarse los pies.

Subidas incómodas por pistas llenas de piedras

 

Total, que de nuevo por el «lado bueno» del arroyo avanzamos unos doscientos metros y vemos que hay que cruzar el arroyo de nuevo. Vamos, que hubiéramos podido seguir rodando por el lado contrario y haber retomado el track con mucha falicidad. Y como la cosa estaba por complicarse el tercer cruce del arroyo fue el más accidentado. No se podía cruzar montando en bici porque había un talud bastante prominente. En verano, con el arroyo seco, tal vez. Pero no este día. Vimos que no quedaba más remedio que saltar. Encontré un ladito por el que el arroyo apenas tendría un metro de ancho. Puse la bici a mitad de camino con las ruedas en el agua y salté. No fue un salto muy estético pero no me mojé.

Nosotros veníamos de la parte inferior de la imagen

 

Le cogí la bici a Javi y le ofrecí mi mano a modo de ayuda para saltar. Saltó raro porque con la pierna de delante lo hizo cojonudo pero por alguna extraña razón la de atrás la fue arrastrando como si le hubiera dado un tirón y lo que hizo fue estirarla y meterla en el agua como si quisiera sacar renacuajos a empujones. Resultado: un pie gravemente mojado, mi pierna salpicada y buenas risas. Luego resulta que la culpa fue mía porque estaba yo ocupando el espacio donde tenía que aterrizar esa pierna. Pena no tener VAR en las salidas en bici porque no tengo yo claro del todo esa jugada.

Se percibe el frío en esta foto

 

Diana y Natalia cruzaron por el mismo sitio pero levantando ambas piernas según corresponde. Sergio dio un salto de ninja y no tuvo problemas pero Jaime… Tenía él en la cabeza refrescarse otra vez y cogiendo carrerilla como si  fuera a lanzar un penalti saltó muy alto, pero no lo suficientemente largo y cayó con el pie íntegramente dentro del agua profundizando varios centímetros en el lecho del arroyo.  Como el resto del cuerpo seguía pegado al pie, por acción de la inercia adquirida y siendo la masa de Jaime considerable (aunque desde que monta en bici se ha reducido bastante) la fuerza ejercida superó la capacidad de retención de cordones y velcro y la zapatilla quedó sumergida plácidamente y el señor quedó descalzo. ¡Qué personaje se ha perdido la comedia española!

Claro, el descojonamiento fue generalizado al ver a Jaime recoger su zapatilla del fondo del arroyo., garantía de pies fresquitos para una buena temporada. Gracias, Jaime, por hacernos pasar estos ratos tan graciosos que siempre recordaremos.

Parada en lo que creíamos que era el pico más alto

 

Continuamos la ruta como buenamente pudimos. Y seguíamos subiendo. A cada repecho de la muerte Javi, generalmente en cabeza, decía que era el último. Pero no. Bajábamos felices cincuenta metros y volvíamos a subir. Después de un buen calentón paramos a comer unas barritas y unos frutos secos. Los necesitábamos. Echamos el ojo al desnivel que anunciaban los relojes y ya superaban los 400 metros. Vamos, que ni de coña la idea que teníamos cuando elegimos la ruta.

Por fin parecía que empezábamos a bajar, aunque sabíamos que nos quedaba un último repecho. La niebla no levantaba. Una pena porque el paisaje tenía pinta de ser muy, muy bonito. Tanto la dehesa como las vistas al «skiyline» de Madrid. Nosotros solo veíamos blanco.

Un acueducto de piedra muy bonito

 

El esfuerzo se iba notando y el último cuestón costó lo suyo. El grupo se fue estirando y quien más quien menos tenía que regular sus fuerzas para poder terminar la ruta. Pasamos por entre un rebaño de cabras que al menos nos distrajeron de nuestra penosa condición de escaladores sufridos pero no nos daba la fuerza como para hacer fotos.

 

Poco a poco llegábamos de vuelta a Colmenar. En un momento dado decidimos tomar un atajo porque ya íbamos todos justos de fuerzas (menos Natalia) y ya habíamos recorrido una buena tirada, el día de bicicleta se daba por salvado a pesar de las inclemencias meteorológicas. Yo, particularmente, tenía muchísima hambre y no veía la hora de llegar al bar.

¡Abrid los ojos, copón!

 

Qué gusto daba cuando el sol se filtraba entre las nubes y nos calentaba un poco el cuerpo. Dos rondas cayeron y una de bravas y una de torreznos. Bien rico todo y bien a gusto que nos lo tomamos porque habíamos hecho un esfuerzo serio y habíamos salido victoriosos.

Para ser la primera ruta del año no está pero que nada mal. A ver si seguimos juntándonos un buen grupo de amigos, que es cuando de verdad pasan las cosas que molan.
Este año, medio en broma medio en serio, dijimos de llevar un ranking de «puntos perdedor». Sin duda Jaime coge ventaja.

 

Me temo que va a ser un ranking bastante disputado, ya verás.

0 comentarios en “Ruta de Tres Cantos a la Dehesa de Moncalvillo”

  1. Jajaja. Todavía veo la zapatilla incrustada en el barro. Pobre Jaime, todo totalmente por mi culpa y la de Javi. Creo que a mi el GPS, como no aprenda a usarlo, me va dar muchos puntos de perdedor. Una pena no poder disfrutar del paisaje pero en general la ruta, como siempre, muy bien gracias a la compañía.

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