De Móstoles a Navalcarnero por la noche

Si hace 25 años me dicen que mi plan estrella para un viernes por la noche iba a consistir en quedar con colegas para hacer una ruta nocturna en bicicleta de montaña… Naturalmente no me lo hubiera creído. Pero a mis recién estrenados 43 años no se me ocurren muchos planes mejores, sinceramente.

 

Cuatro valientes ciclistas nocturnosCuatro valientes ciclistas nocturnos

 

El Bombi (que cumplía años, por cierto), Jaime y Ángel nos citamos el viernes 03 de julio de este maldito 2020 a las 21:00 h. para, con buena temperatura y aún de día comenzar nuestra ruta «nocturna». Entrecomillo el adjetivo porque si nos descuidamos acabamos de día. Casi la mitad del recorrido la hicimos sin tener que recurrir a los focos.

Como en nuestra primera incursión en el mundo de la nocturnidad sobre ruedas, hace casi tres años, propuse recorrer la ya clásica Móstoles-Navalcarnero-Móstoles. Para una ruta nocturna son todo ventajas: es una ruta conocida, se rueda todo el rato por pista (principio de la ruta es vía verde), en caso de accidente no sería un gran problema que un vehículo a motor viniera al rescate y el kilometraje y desnivel son más que asumibles.

Como he dicho anteriormente habíamos quedado a las 21. Yo suelo ser puntual… de hecho serían cerca de menos diez cuando llegué al aparcamiento del parque de El Soto pero para mi sorpresa mis tres compinches ya estaban pertrechados y con las bicicletas al ralentí. Deprisa y corriendo me dispuse a bajar la bici del portabicicletas y a ponerme el casco y los guantes para no hacerles esperar… aunque la jugada pasaba precisamente por dejar pasar el tiempo y que cayera la noche, que en esta época del año aún los días son muy largos.

 

Problemas mecánicos

 

Habiendo rodado apenas 200 metros el Bombi notaba un ruido raro en su freno delantero, de roce. Tratamos de solucionarlo ajustando la pinza de freno con la ayuda de una multiherramienta adquirida en Aliexpress que guarda en el hueco del eje de pedalier y que recomienda.

 

Herramientas chinas que te salvan la vida

 

Nos tuvimos que ayudar de la palanca del mi destornillador de mi multiherramienta para hacer retroceder los pistones… y aún así seguía rozando. Algo debió hacer mal durante el transporte al quitar la rueda delantera.
Reanudamos la marcha y yo aprovechaba para comentar a Jaime y a Ángel por dónde estábamos rodando ya que ambos, además de ser la primera vez que realizaban una ruta nocturna, era la primera vez que recorrían esos caminos.

Pasamos el famoso puente sobre el río Guadarrama y giramos a la derecha para recorrer la pista que transcurre en paralelo al río en sentido norte. Seguía siendo posible rodar sin la asistencia de los focos.

Giramos a la izquierda para afrontar la única dificultad física de la ruta: una cuesta de poca entidad, apenas serán 500 metros… pero noto que no estoy en mi mejor momento de forma y me quedo atrás.

Para disimular finjo estar tomando fotos como esta, para documentar la salida:

 

Anocheciendo entre Móstoles y Navalcarnero

 

Pero seguro que mi intento es en vano, los perdedores me conocen y saben que las cuestas se me hacen bola.

El camino sigue picando hacia arriba y Ángel y el Bombi comienzan a tomarnos ventaja a Jaime y a mi. Yo reconozco estar loco por que el sol caiga del todo y tener que encender el foco… pero la luminosidad es alta aún cuando llegamos a las inmediaciones de Sevilla la Nueva, donde damos otra vez giro a la izquierda para bajar hasta Navalcarnero, con su silo que nos sirve de referencia.

Rodamos ahora con precaución porque algún todo terreno ha pasado por el camino estando este embarrado y ha dejado unos surcos longitudinales bastante peligrosos para la bicicleta. Meter la rueda en uno de ellos aporta muchas papeletas para irse al suelo si acaso tocamos con nuestra cubierta el lateral de la rodera. Pero habiendo sido advertidos (tres semanas antes habíamos hecho esta misma ruta de día) solventamos el tramo peligroso con cierto talento.

Ahora sí que sí fue necesario encender los focos, sobre todo porque teníamos que cruzar la M600 y queríamos ser vistos. Al llegar a Navalcarnero propuse hacer una parada para el avituallamiento, que no todo va a ser dar pedales. Aunque la (gran) idea fue de Jaime. Y es que perdonar una cena no es de recibo, por mucha bici nocturna que esté uno disfrutando.

 

Un bocata y una Coca-cola. Lo mejor.

 

Así fue como junto al tanatorio municipal dimos cuenta de unos montaditos que más que por necesidad comimos por darle a la ruta un aliciente más y por darle al sol esos minutos de gracia que necesitaba para perderse definitivamente por el oeste, como viene siendo habitual.


 

Aproveché para grabar ese vídeo corto para saludar al resto de perdedores que por un motivo u otro no pudieron acudir a la convocatoria. Seguramente tras esta ruta pasará un tiempo hasta que podamos juntarnos de nuevo. Entre compromisos y vacaciones no solemos tener mucha actividad durante los meses de verano y este año no creo que sea una excepción.

 

Esperando a que se haga de noche del todo

 

Retomamos la ruta y gracias a la «mirada del gitano» (es así como se llama a remirar todo bien para no dejarse nada cuando te marchas de un lugar) del Bombi no tuvimos un percance de los buenos porque Ángel se olvidaba la mochila con las llaves del coche incluidas. Hubiera estado gracioso darse cuenta ya habiendo acabado la ruta.

Pero, una de cal y una de arena, el mismo protagonista de la buena acción del día dio con sus huesos en el suelo minutos después al meter la rueda en un surco de 4×4 como las que he descrito en párrafos anteriores. Cayó lateralmente y con mucho estilo. Por fortuna, sin consecuencias físicas que lamentar. Pudimos reanudar la ruta sin más consecuencias que el orgullo herido, que tampoco pasa nada por herírselo un poco en el día de tu cumpleaños.

 

La merendola del Bombi

 

Ya con noche cerrada la temperatura era espectacular. Se notaban grandísimas diferencias cuando pasábamos por alguna vaguada, un frescor que invitaba a quedarse. Con los caminos, conocidos y de buen rodar, para nosotros solos y con la luz que proporcionaban los cuatro focos, que era más que suficiente, daba gloria bendita avanzar por el pinar de Navalcarnero. Un conejo debió de pensar lo mismo porque salió a correr justo en el peor momento para la salus de Ángel… que por fortuna pudo esquivarlo (o el conejo a él) evitando una caída casi segura y un probable conejo al ajillo para comida del sábado.

 

Ángel en su primera nocturna

 

Los kilómetros pasaban, la ruta iba tocando a su fin. Los sube-baja que aproximan al ciclista hasta el puente del río nos permitían ver las luces de las casas de Parque Coimbra. Con buen ritmo, sabiendo ya que rodamos los últimos kilómetros, recorremos la vía verde de vuelta a el parque de El Soto. Unas tres horas después nos bajamos de la bicicleta con la satisfacción de haber vivido una buena experiencia en excelente compañía.

 

Datos de la rutaDatos de la ruta

 

Volviendo a casa un viernes a las doce de la noche después de meterme una ruta en bici… Tras madrugar toda la semana… Habiendo comido apenas un montado de lomo. Y con la fatigosa inminencia de tener que desmontar la bici del coche, subirla a casa, ducharme y cenar… Sabiendo que aún me queda un buen rato para poder echarme a dormir. Sanbiéndo que mañana tendré que levantarme a las ocho para acudir a otro evento lúdico-deportivo, este de categoría familiar, estoy contento. Y entre bostezo y bostezo me sonrío.
¡Quiero más nocturnas!

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