Subiendo por las Zetas de La Pedriza

Practicar MTB en La Pedriza es casi sinónimo de subir las Zetas. Una ruta mítica del ciclismo de montaña Madrileño.

Habiendo vídeo, me gusta empezar la crónica con él:

 

Pequeña introducción para que sepas de qué estamos hablando…

El pasado 3 de septiembre pude tachar de mi particular lista de «cosas ciclistas que hacer antes de morirme» un apunte: el de la ruta de las zetas de La Pedriza. Y no creo que la repita. Lo mismo que la «cuesta de la muerte» de la Casa de Campo (de Madrid) o el anillo verde ciclista (también de Madrid, matizo para los lectores que por serlo desde otras latitudes no conozcan estos sitios ya que yo me debo a todos por igual) esta ruta es una de esas que todo ciclista de montaña madrileño tiene que hacer al menos una vez en la vida… y para mí ya está hecha y con una vez me basta.

Pero, naturalmente, esta sentencia de señor avinagrado debe ser justificada y así lo haré en estas líneas para satisfaceros, que yo sé que sois de natural curioso, característica esta de la que no debéis avergonzaros porque si no fuéramos (la especie humana en general, sin señalar a nadie) curiosos y no buscáramos respuesta a según qué cuestiones más o menos fundamentales seguiríamos en las cavernas y utilizando (preciosas y maravillosas) bicicletas de acero de rueda de 26″.

 

Convocatoria

Fue el primo Christian el que propuso el recorrido durante la semana. Tiene por costumbre hacer esta ruta una vez al año (hay vicios mucho peores). Yo no acepté de primeras. Le dije que lo pensaría por el qué dirán y por no parecer un facilón, pero sabía de sobra que me iba a apuntar porque, como ya he explicado en el párrafo anterior, a esta ruta le tenía ganitas.

El Bombi, Jaime (el de Guadarrama) y Jorge, un compañero de oficina que participó en la BiciCoa de este año y al que ya podemos considerar un perdedor también se apuntaron a la expedición.

Track accesible en Wikiloc

La cita era a las 8:45 con idea de empezar a dar pedales a las 9:00. La noche de antes me fijé que la rueda trasera de mi bici estaba bastante floja. Raro, la había usado la semana anterior en una ruta tempranera de sábado con Sergio y estaba bien. Le metí aire pero el sábado por la mañana cuando me preparaba para salir vi que había perdido presión. Volví a meterle aire ya sabiendo que tenía una fuga pero pensando que era pequeña y que podría terminar la ruta sin problemas… no fue así (si la crónica acabara aquí esto sería un «cliffhanger»).

 

Ya estamos listos

Debidamente saludados y presentados (algunos hacía tiempo que no nos veíamos, otros ni se conocían) nos pusimos en marcha a las 9:00, puntuales como si fuéramos japoneses Y es que Miguel nos ha aleccionado bien sobre respetar el tiempo del prójimo y no hacerle perderlo en balde por negligencia nuestra.

El perfil de la ruta no deja dudas: tendríamos que subir durante casi 20 kilómetros para luego bajar durante casi otros 20 kilómetros. Con matices, claro, porque durante la segunda mitad de la ruta también hubo subidas. Y durante la primera parte de la ruta, durante la ascensión, también hubo  bajadas. Aunque, curiosamente, estas últimas se agradecían mucho mientras que las subidas de la segunda mitad jodían de lo lindo.

 

Hasta tomar la pista principal tuvimos que rodar por un camino un poco mierdero… y enmierdado porque lo custodiaban varias vacas, naturalmente pacíficas, que se dedicaban a pastar y nos ignoraban, hartitas como estarían de ver a humanos vestidos de colorines sobre esas cosas rodantes. ¿Qué pensarán las vacas que somos cuando vamos en bicicleta? ¿Nos reconocerán como humanos o pensarán que somos una especie aparte que en vez de ser bípedos somos «bíciclos»? ¿Qué piensas tú? Deja tu respuesta en comentarios y no te olvides de darle a «like» y «subscribe».

 

El paisaje empieza a mostrarse bien bonito… y aún no hemos visto nada. La pena es que no podemos quitar la vista del suelo porque entre las roderas, las piedras, los bancos de arena y las cacas de vaca no hacemos más que esquivar obstáculos. Y es que mucha fama tiene La Pedriza pero bien le podrían dar una barridita al campo que lo tienen asqueroso (esto es una broma mía, el campo es como es. No os lo toméis por lo literal que a veces sois de traca).

Y subir… y subir…

Tras un primer repecho empinado (que además sería el último) llegamos a la pista principal que no abandonaríamos en el resto de la ruta. Y a subir, subir y subir. Reconozco no estar en el mejor momento de forma porque aunque durante el verano no he dejado de montar en bici mis rutas han sido cortas y llanas. Vamos, ciclismo contemplativo al 100%. Y cascarme más de 1000 metros de desnivel, que no lo había hecho nunca, no me iba a ser tarea fácil. Así que pronto comienzo a quedarme atrás porque me conozco y sé que tengo que poner un ritmo lento para llegar lejos.

 

La pendiente, ciertamente, es llevadera. Nada de porcentajes de la muerte. Es todo el rato muy tendida. Pero está llena de piedras que le obligan a uno a seguir el carril más despejado porque subiendo a 6 kmh a veces hay que hacer incluso equilibrios para no irse al suelo tras pasar por encima de un pedrolo impertinente.
Se forman dos grupos y subimos charlando de nuestras cosas, pero me da la sensación de que los kilómetros no pasan. A Jaime le cruje el pedalier muchísimo… o eso creíamos (seguid leyendo que vais a flipar). Apenas llevamos 5 kilómetros y ya me doy cuenta de que no voy a poder subir hasta arriba del tirón. No importa. Hacemos una primera parada para echar una meadita y liberar presión en el culo. Cuando uno sube pendientes tendidas se pasa mucho tiempo sentado y, como consecuencia de la pendiente, con el peso apoyado en la parte trasera. Dolor de culo asegurado.

 

 

Y subir más… y subir más…

Seguimos subiendo. Queda mucho por ascender todavía. Atravesamos un pinar precioso y cuando hay un claro entre los árboles podemos disfrutar de unas vistas increíbles. Creo que solo he ido a La Pedriza un par de veces. La última no hace tanto, justo antes del verano, a hacer una ruta de senderismo y visitar «el dinosaurio«. Muy recomendable.

A los 10 kilómetros pido tiempo muerto y hacemos una segunda parada, Aprovecho para tomarme un gel (y no soy el único) y pegarle un mordisco a una barrita. Me guardo el resto en el bolsillo para ir pegando mordisquitos a discreción. Reanudamos la marcha pero poco después noto que mi rueda trasera ha perdido aire y hacemos otra paradita para meterle un poco de presión. Las vistas, ahora sí, son impresionantes.

 

Hacemos algunas bromas soeces porque al parecer ahora gustan gordas y flojas (las cubiertas) en vez de finas y duras. Cada uno tendrá sus preferencias, digo yo. Volvemos a montar en las bicis para afrontar la segunda mitad de la subida, ya queda menos.

A pesar de ser sábado, de hacer un tiempo excelente y de que la mayoría de las legiones de madrileños que han salido de vacaciones ya habrán vuelto, no nos encontramos a demasiada gente en nuestro camino. Saludamos a algunos senderistas y a algunos ciclistas. La mitad de ellos con bicicleta eléctrica. El Bombi decide salir en persecución de uno de ellos, a ver si le coge. Y le coge. Y va tan sobrado que sube hasta arriba del todo y luego baja a acompañarnos las dos últimas curvas. Un alarde completamente innecesario y así se lo hacemos saber.

El dolor de culete se hace un poco insoportable. Hacemos una última parada para aliviar la zona antes de afrontar la última parte. El primo tiene un momento de crisis en acabando la ascensión pero nada preocupante.

 

 

¡Estamos arriba!

Llegamos, por fin, al Collado de los Pastores, el punto más alto de la ruta a 1.748 metros de altitud. Lo complicado ya está hecho. Estamos cansados pero satisfechos. Nos sentamos en las rocas para disfrutar de las vistas mientras reponemos fuerzas con unas barritas, frutos secos y chocolatinas. Merecida recompensa, pero una cervecita o una coca-cola hubiera sentado de lujo.

 

 

Procedo a meterle aire a mi rueda trasera antes de continuar pero parece que en vez de guardar el aire, con cada bombeo lo perdiera. Jorge me presta su bomba a ver si es que la mía está malamente… pero sucede lo mismo. Tanto es así que dejo la rueda casi vacía de aire. Creemos que la válvula está rota, mal asunto. Cogemos una botella de CO2 y la hinchamos del tirón. A ver lo que aguanta.

Comienza la bajada y tenemos problemas

Toca bajar. Bueno, también se llanea un poco e incluso subimos algún repecho. Pero sobre todo, bajamos. Muy rápido, continuando por la misma pista por la que íbamos. A el Bombi le marca una máxima de 57 Km/h. Tan larga es la bajada y tan rápida, que me nos duelen los riñones de mantenernos de pie sobre los pedales. Somos unos mierdas, tenemos que fortalecer el «core». Yo sobre todo, que llega un momento que el dolor lumbar es tan fuerte que tengo que bajar sentado en el sillín a costa de disminuir la velocidad. Mierda de tío.

En una curva vemos una fuente, la Fuente de las Losillas, y paramos a llenar los bidones. Estamos en ello cuando el primo ve horrorizado que lo que le cruje a Jaime no es el pedalier…¡Tiene una fisura en el cuadro! Tócate las pelotas.

 

A tomar por culo la bicicleta, literalmente. Y dice que «el pedalier» lleva tiempo sonando así que esa fisura lleva tiempo haciéndose cada vez más grande. Hay que acabar la ruta así que le recomendamos bajar lo más suavemente posible y encomendarse a algún que otro santo (¿Cuál es el patrón del aluminio?) que vele por su integridad física.

Llegamos a Cantocochino. Mi rueda está muy floja y he tenido que hacer la última parte de la bajada con mucho tiento para no destalonar. El resto hasta el aparcamiento donde tenemos los coches es el repecho por carretera que habéis visto en el vídeo del inicio y su correspondiente bajada. Llego al coche con la rueda por los suelos, vaya tela.

La cerveza que no falte

Y aunque es un poco tarde no podemos despedirnos sin más, así que nos acercamos a Manzanares el Real a tomar una cerveza en una terraza con una sombra magnífica. Comentamos las anécdotas de la mañana y hablamos sobre futuras rutas. Me da la sensación de que va a ser un otoño interesante ciclísticamente hablando. Y lo contaremos todo en este blog, por si tenéis interés en leerlo (que yo sé que sí).

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