¿Quiénes somos?


No somos los más rápidos, ni los más técnicos, ni los que mejor suben, ni los que mejor bajan, ni los que más kilómetros hacen, ni los que más pulsaciones alcanzan, ni los que mejores bicicletas tienen, ni los que más entrenan, ni los que mejor saltan, ni los que mejor derrapan, ni los que mejores caballitos hacen, ni los que mejor pasan por trialeras, ni los que mejor vadean ríos y arroyos, ni siquiera los que mejor se toman las cañas de después. Somos todo lo contrario, somos diferentes, somos perdedores.

sábado, 14 de marzo de 2020

Música en la bici

Un alto porcentaje de mis salidas en bicicleta las hago solo. Sin duda prefiero salir en compañía, por supuesto, pero a veces no es posible y prefiero salir a rodar la rutita de la semana aunque sea en soledad. En estas salidas acostumbro a escuchar la radio, me hace compañía. Sé que no es correcto ni, seguramente, legal pero en muchísimas ocasiones he utilizado unos auriculares de los que se meten en la oreja. Si es en invierno, los tapo con la braga. Si es en verano no tengo la opción. Y en alguna ocasión, lo reconozco, he provocado situaciones de peligro al no advertir la presencia de otros usuarios del camino.

De manera que decidí valorar otros sistemas que me permitieran escuchar la radio y a la vez el entorno. En un análisis muy de andar por casa me gustaría comentar tres posibilidades distintas desde el punto de vista puramente operativo, conceptual, sin valorar la calidad de modelos concretos porque habrá, como en todo, para cada sistema gamas de entrada a precios muy asequibles y modelos de alta calidad con lo último en sistemas de conectividad, baterías y audio.

Por supuesto siempre podremos portar en la mochila o maillot, dependiendo del tamaño, un altavoz externo conectado al móvil (como el resto de sistemas que vamos a repasar) pero he obviado esta solución y he centrado la entrada en sistemas más específicos o diseñados para la práctica deportiva.

Bidón-altavoz  

La idea parece sencilla: incorporarle un altavoz a un bidón o producir un altavoz con la forma de un bidón de manera que podremos llevarlo cómodamente en el portabidón de nuestro cuadro.

Imagen de esta tienda online

Si sois usuarios de mochila de hidratación tal vez no tengáis problemas a la hora de sacrificar el espacio para un bidón a favor de este tipo de altavoz... en mi caso, que priorizo el uso de un bidón  prefiero llevar agua.

Modelo disponible en Amazon

Altavoz al manillar

Sujetos al manillar con bridas o gomas, este tipo de altavoces tienen un tamaño más reducido, son discretos desde el punto de vista estéticos. 

A la venta en Amazon


No aportan demasiado peso y nos ocupan un valioso espacio para agua, pero tal vez sí superficie en el manillar donde pondríamos un dispositivo GPS, cuentakilómetros o un foco. 



Auriculares de conducción ósea

Un aspecto que no hemos comentado hasta ahora es que con los dos sistemas que hemos visto anteriormente todo el monte escuchará lo que llevemos en reproducción... y a mi personalmente esto no me gusta ni en el campo, ni en el metro ni en la calle. 

La gran ventaja de esta tecnología de es que encontraremos el equilibrio perfecto entre los auriculares tradicionales, individuales, pero permitiendo llevar el pabellón auditivo despejado de manera que podremos oír (con limitaciones) lo que pasa a nuestro alrededor. 


Yo uso este tipo de auriculares, los compré en Aliexpress,  y satisfacen plenamente mis necesidades. Cuando los conecté por primera vez al teléfono (esa es otra ventaja, permite recibir llamadas sin tener que echar mano al móvil) la impresión fue de ligera decepción porque realmente se escucha el sonido sin necesidad de aplicare el extremo a los huesos de la cabeza. ¿Es entonces que se transmite el sonido por vibraciones o por cercanía a la oreja? Imagino que las dos, no sabría deciros. 


Eso sí, la ergonomía es buena y la batería dura lo suficiente. Es la opción que recomiendo. 

Existen cascos en el mercado que aplican este sistema. El Lumex Pro es una buena muestra y aquí podréis leer una buena review.  

lunes, 9 de marzo de 2020

Ruta por Torrelodones... o cómo morir lentamente encima de la bici - 07/03/2020

Sí, queridos amigos y fieles lectores. En ocasiones a uno se le atraganta la ruta, por sencilla que sea. Cuando no se tiene el día... no se tiene el día. Pero empezaré por el principio, que es así como debe narrarse toda historia, poniendo en contexto la elección de esta ruta en particular que tantas satisfacciones prometía.

En esta ocasión íbamos a ser tres los perdedores en acudir a la convocatoria: Raúl, Ángel y un servidor. Siendo que los dos primeros residen en sendos pueblos de la sierra de Guadarrama y que yo vivo en Leganés pensé que Torrelodones sería un buen lugar a medio camino. Bajo esta premisa y la solicitud de Raúl de no hacer una ruta demasiado dura alegando no estar en buena forma me dispuse a buscar en Wikiloc con la fortuna de encontrar esta ruta con 457m+ de desnivel y poco menos de 40 Km... algo muy asequible. Además de la información disponible en el propio Wikiloc, el usuario compartió una excelente descripción en este otro sitio, detallando el recorrido con mucha minuciosidad. Vamos... que sobre el papel la diversión estaba asegurada. Pero lo que pretendía ser un plácido recorrido por preciosos senderos y parajes razonablemente desconocidos para nosotros se convirtió en un suplicio de los de Padre y muy Señor mío... como descubriréis si tenéis la paciencia de seguir leyendo.


Tampoco hace falta madrugar todos los días así que en esta ocasión nos citamos a las 10:30. El día amaneció frío así que aún a sabiendas de que sería soleado nos pertrechamos con prendas de abrigo, que para quitarse siempre hay tiempo. Los primeros metros transcurren por carretera, saliendo de Torrelodones en dirección noroeste en un rápido descenso hasta el río Guadarrama, que sería nuestro acompañante durante buena parte de la ruta. Apenas a 2,5 kilómetros del comienzo encontramos el primer punto singular de la ruta, el puente de la Alcanzorla. de origen musulmán y edificado en un momento sin determinar entre los siglos IX y XI. 



Al puente se llega tras bajar por un sendero con muchísima pendiente... que luego toca remontar. Aquí empieza mi particular lucimiento como guía de la ruta. Mi GPS, un Garmin eTrex Legend HCx, es un poco viejo y solo reconoce tracks con un máximo de 500 puntos. Cuando descargo un track de Wikiloc tengo que seleccionar la opción de reducirlo a 500 puntos y, claro está, se pierde mucho, mucho detalle. Siendo además que esta ruta es muy ratonera en cuanto que se rueda por zonas plagadas de senderos se hace complicado determinar cuál es el camino correcto. La primera vez que nos ocurrió fue en este punto, obligándonos a remontar a pie la cota que habíamos perdido hasta bajar al río... y algo más. Si no habíamos entrado en calor, lo hicimos a la fuerza.

El siguiente tramo de ruta nos conduciría hasta La Navata dejando el río a nuestra derecha. Con algún paso un poco técnico de escalones de roca, se hizo divertido. Es el típico sendero que de conocerlo se disfruta mucho más, pero siendo la primera vez que lo rodábamos el sentido común nos obligaba a ser prudentes. Vuelvo a equivocar el track original, pero tomamos un camino alternativo igualmente válido. Todos los senderos tenían más o menos la misma buena pinta.

Siguiendo por el río llegamos a un mirador. Realmente estamos rodando por zonas dignas de ser recorridas con más detenimiento. Ángel nos cuenta que no hace tanto tiempo la gente de Madrid subía a la sierra en tren en verano para bañarse en el río Guadarrama. 


En este punto no es que me equivocara yo. Sucedió que una alambrada de reciente instalación nos corta el paso. No pasa nada porque metros atrás tomamos un camino en la dirección correcta.

¿Os ha pasado alguna vez que lleváis una hora encima de la bici y apenas habéis recorrido 5 o 6 kilómetros? Nos pasó el sábado y sabiendo que nos quedaban más de 30 por delante... y que además por lo enmarañado del recorrido y la falta de entreno las piernas no iban finas tuvimos que hacer un buen ejercicio mental para sobreponernos. Afortunadamente tocaba recorrer un trecho por pista ancha que aunque picaba ligeramente hacia arriba nos permitía aumentar la media y charlar de nuestras cosas, que parece que con una conversación amena los kilómetros pasan más deprisa.

Y fue contándonos los planes bicicleteros para el verano y experiencias similares de otros años que llegamos a las inmediaciones del Embalse de las Nieves, previa nueva equivocación de sendero, pues el track original se aproxima por sendero en lugar de por pista. Quisimos llegar a la orilla o al menos aproximarnos para admirar el paisaje pero nos fue imposible. La carretera que da servicio a la presa estaba cerrada. Nuestro gozo en un pozo.

El recorrido obligaba ahora a recorrer un trecho por una finca privada. Con algunas dudas saltamos el murete de piedra y enseguida nos encontramos rodando por un bonito sendero, cerrado de jaras y con pasos, en ocasiones, muy técnicos que nos obligan a portear la bici o a echarle talento como hizo Raúl donde el valor de Ángel y un servidor fracasaba.


Tras rodar un poco por las urbanizaciones del sur de Collado Villalba, atravesando el parque de El Carrizal con su bonito estanque, seguimos rodando por pista hasta la urbanización El Guijo tras cruzar la M510 con la debida precaución. Hacemos una paradita en la fuente junto a la Ermita del Cerrillo y aprovechamos para comer algo. No llevamos ni la mitad de la ruta y Raúl y yo acusamos cansancio. Definitivamente no estamos en forma.


Al menos hace una mañana excelente, el sol brilla pero sin llegar a agobiar, no hace viento... un día estupendo para morirse encima de la bici. Tomamos el camino de Navalquejigo y damos un par de vueltitas al pumptrack pero sin enrollarnos mucho que quedan tela de kilómetros por recorrer. Un corto tramo en paralelo a la vía del tren nos acerca, tras un giro a la izquieda y un rápido descenso, a nuestra conocida senda de los arroyos. En esta ocasión la recorremos en dirección al Embalse. De esta manera predomina la bajada, aunque en determinados tramos hay que dar pedales. Ángel nos toma la delantera seguido por Raúl. Yo me quedo atrás. Me noto cansado y en algún paso de piedras no tuve todas conmigo así que decido ser conservador.

Ya encima de la presa nos tomamos un respiro admirando el paisaje. Cruzamos al otro lado y un sendero que recorro con la lengua fuera nos saca al mismo embalse. Cruzamos la M505 por debajo. El nivel del agua es bajísmo, da pena ver el embalse de Valmayor así. Sufrimos al rodar campo a través, por la arena de la orilla, sin sendero. Pero ya queda menos. Con frecuencia miro el cuentakilómetros buscando el milagro de leer 40 kilómetros, pero quedan todavía unos cuantos.

Salimos de Valmayor subiendo por pista. Las fuerzas escasean, pero no es una pájara, no estamos vacíos (Raúl y yo, Ángel va fresco como una lechuga), es otra cosa. Es cansancio puro y duro. Como si en vez de llevar 25 kilómetros lleváramos 60. La cuesta se hace interminable pero somos cabezones y nos hacemos con ella. La charla ayuda. Qué extraño cansancio que nos permite charlar cuando a duras penas si podemos dar pedales. Una vez mas evitamos perdernos gracias a Ángel. Mis problemas con la lectura del GPS se acentúan con el cansancio y empiezo a no dar pie con bola.

Track disponible en Wikiloc

Tras escalar hasta la cota más alta de la ruta, 917m, volvemos a bajar...para luego subir y volver a equivocarme con la ruta y volver a subir... ¡Y esto no se acaba nunca! Me deja muy mal sabor de boca no poder disfrutar de senderos divertidísimos que entre el cansancio y el desconocimiento en cierto modo desaprovechamos.

Llegamos a Galapagar a ratos por camino, a ratos por carretera. La aproximación final la hacemos por la M519 y la ruta nos reservaba un caramelito de despedida: ascender desde el río hasta las vías del tren casi acaba conmigo. Son apenas 500 metros, pero al 7,5%. Con la que llevábamos encima se me pasó seriamente por la cabeza echar pie a tierra, pero pudo más el pundonor y el saber que era la última rampa. Putísima (perdonadme la vulgaridad) pero la última.

Aún me dio tiempo de equivocarme de camino una vez más antes de llegar a los coches. Se nos había hecho tarde y no pudimos tomarnos ni una caña. Esta vez no la merecíamos por méritos ciclistas, que no habíamos dado la talla (siempre hablo de Raúl y de mi... Ángel iba fuerte) pero sí por pundonor porque llevábamos muriendo encima de la bici desde hace 30 kilómetros.

No fue un día para recordar, ciertamente. Estoy deseando quitarme el mal sabor de boca con la siguiente ruta. ¡Espero que salga mejor!