¿Quiénes somos?


No somos los más rápidos, ni los más técnicos, ni los que mejor suben, ni los que mejor bajan, ni los que más kilómetros hacen, ni los que más pulsaciones alcanzan, ni los que mejores bicicletas tienen, ni los que más entrenan, ni los que mejor saltan, ni los que mejor derrapan, ni los que mejores caballitos hacen, ni los que mejor pasan por trialeras, ni los que mejor vadean ríos y arroyos, ni siquiera los que mejor se toman las cañas de después. Somos todo lo contrario, somos diferentes, somos perdedores.

lunes, 25 de abril de 2022

Moralzarzal - Hoyo de Manzanares - Moralzarzal - Tortillas de patata (con cebolla)

A veces sucede que el plan alternativo acaba superando al original. Y no miento mucho si digo (escribo) que el pasado domingo 24 de abril esto mismo pudo pasar. Menuda RUTAZA (observe el lector que lo he escrito con mayúsculas) nos preparó Jesús. Pero dejad que os cuente desde el principio como mandan los cánones perdedoristas, que esta ruta tiene un contexto.

Resulta que este era el fin de semana elegido y esperado desde hace meses para hacer una ruta que llevamos meses preparando: Leganés-Toledo. Pero como había estado lloviendo intensamente durante la semana, especialmente el viernes y el sábado, decidimos posponer este reto para más adelante. Aunque el domingo 24 se anunciaba soleado, los caminos estarían llenitos de barro y no es lo mismo cubrir esta distancia, que nos saca de nuestra zona de confort a todos los perdedores, con los caminos buenos que con mil millones de charcos que esquivar y el lastre del mencionado barro pegado a las ruedas.  

De manera que para quitarnos el mal sabor de boca Jesús propuso que nos acercáramos hasta Moralzarzal, localidad donde él reside felizmente, e hiciéramos ruta hacia Hoyo de Manzanares recorriendo senderos divertidísimos y con cierta dificultad técnica. Es una zona que él viene recorriendo en los últimos meses y más ahora con su nueva bicicleta, que le permite acometer rutas con más comodidad y seguridad que su antigua Trek, de la que dimos cuenta en entradas anteriores. 

De manera que a las 9:00 estábamos allí Sergio, Natalia, Jaime, Jesús y un servidor. A esa hora tempranera si te despistabas a la sombra te quedabas frío. Íbamos con ropa larga y no nos sobraba. A Natalia, que le gusta subir pero bajar aún le da miedo porque lleva poco tiempo practicando este deporte, se le metió el susto en el cuerpo cuando empezamos a hablar, justo antes de comenzar a rodar. De las dificultades que los senderos semi-endureros nos iban a deparar. Tratamos de tranquilizarla diciendo que pararíamos las veces que fueran necesarias y que si había que bajar caminando, pues se haría. Y con esto nos pusimos a pedalear saliendo de Moralzarzal en sentido sur callejeando aproximadamente un kilómetro hasta que nuestras taqueadas ruedas tomaron por fin contacto con la tierra del primer camino. Y sabiendo desde el principio que nos íbamos a cascar más de 600 metros de desnivel en apenas 30 kilómetros no es de extrañar que enseguida el camino empiece a picar para arriba. Primero con suavidad, luego con impertinencia al llegar a la urbanización "Dominio de Fontenebro" donde tan parecidas eran las calles a las de San Francisco que vemos en las películas que solo nos faltaba un coche siendo perseguido por la policía. 

Salimos de la urbanización pero aún nos quedaba una cuesta por camino para terminar de rematar la ascensión. Llegamos con entereza, siendo el principio de la ruta. Según palabras de Jesús, estábamos en el punto más alto de la ruta. Eso no quería decir, ni muchísimo menos, que hubiéramos ascendido todo lo que nos tocaba ese día. Ya no teníamos frío e incluso empezaba a sobrarnos ropa.

Comenzamos a descender por la misma pista (tras alcanzar su punto de inflexión) a buena velocidad hasta llegar a perder más o menos la mitad de cota, momento en el que Jesús nos para y nos indica que tenemos que tomar un camino que aparece a la izquierda: la senda de los elefantes. Nos dice que comienza siendo más o menos sencillo pero que enseguida vienen la piedras. Natalia se acongoja un poco y comenzamos a bajar en fila india, naturalmente, siendo Jesús el primero por conocer el sendero y siguiéndole yo mismo y Sergio. Jaime y Natalia cerrarían la expedición. Habiendo recorrido un buen trecho del sendero decidimos pararnos a reagruparnos y a dejar pasar a un grupo numeroso de ciclistas que bajan más deprisa que nosotros. Fue recurrente ver bicicletas de trail y enduro por la zona, eléctricas o no. Pocas vimos de XC y poquísimas rígidas. 

Jaime y Natalia llegaron a nuestra altura. Ella estaba apurada, viendo la que se le venía encima. La dificultad de la senda, estrecha, con escalones de piedras y roderas del agua, excedía con creces los obstáculos por los que ella acostumbra a rodar y no tenía todas consigo de poder seguir en ruta con seguridad. Nos pidió consejo y le bajamos el sillín para que tuviera más control en las bajadas e igualmente le recomendamos frenar con ambas manos (solo usaba el trasero por miedo a salir por encima del manillar si usa el delantero... maldito mito) y echar el peso para atrás poniéndose de pie encima de los pedales adquiriendo una postura que facilitara gestionar las trampas del camino con mayor seguridad.  

Tocaba cruzar el segundo arroyo del día (aunque el primero era apenas un charco a la salida de Moralzarzal). La cosa es que para bajar hasta su cauce había que rodar por una roca de granito gigante y contraperalteada. El agua cubría hasta casi el eje de las ruedas y quien más, quien menos nos mojamos los pies. A continuación, una subida técnica, porque de eso iba a ir la ruta de hoy, de enlazar bajadas de la muerte con subidas duras, técnicas y muy divertidas. Y para descansar entre medias, subidas por pistas. Vamos... que desde el kilómetro 8 ya sabíamos que llegaríamos a las cervezas con la lengua fuera.


Comenzamos la segunda ascensión del día, significativamente más corta que la primera. Un poco de pisteo nos hace llegar a La Berzosa pero la rodeamos por el norte para enlazar con otro sendero. Posiblemente el más empinado del día. Comienzo bajando en último lugar, detrás de Natalia, para ver si ha empezado a sacar provecho de nuestros consejos y me alegra ver que sí, que empieza a gestionar los obstáculos con cierta solvencia. 


Jaime, Jesús y Sergio nos esperan a mitad de bajada, en una plataforma de granito que impresiona, y les adelanto para bajar en primer lugar. Hay multitud de senderos, todos llegarán abajo a fin de cuentas y sigo el que más "natural" me parece. Y atravieso uno de esos momentos de felicidad encima de la bici que solo los que practicamos este deporte conocemos. Me encuentro bien, enlazo bien una curva con la siguiente, encuentro el mejor lugar por el que superar un paso complicado, ruedo por encima de las piedras como flotando y acometo los escalones con solvencia. Y hace sol. Y estoy con colegas. Todo bien.

Al final hay que cruzar otro arroyo en una pradera que luce preciosa en primavera. Como he cogido un poco de ventaja me da tiempo de sacar el móvil y grabar cómo los amigos lo cruzan en plan reportaje extremo para Reb Bull TV. 


Volvemos a subir, ahora en dirección este para ir cerrando el recorrido en forma de ocho que haremos entre La Berzosa y Hoyo de Manzanares. Dejamos la pista para subir por un sendero y en un punto sin demasiada complejidad (viniendo de lo que veníamos de bajar) la rueda delantera de Natalia se atranca y cae al suelo con la mala suerte de golpear con la rodilla en una piedra picuda que parecía brotar del suelo para hacer daño a los ciclistas desafortunados. 


Pasamos un rato de susto porque Natalia no podía caminar y se le había dormido la pantorrilla del golpe, pero poco a poco el intenso dolor inicial fue pasando y con mucho pundonor se montó encima de la bici y pudimos seguir recorriendo camino, pendientes de cómo evolucionaba la rodilla dolorida. Cuando nos iba dejando a todos atrás en las subidas fuimos dándonos cuenta de que rotura, lo que se dice rotura, seguramente no fuera.


Un corto descenso por un camino lleno de piedras y por el que corría agua como si se tratara más del cauce de un arroyo nos acercó definitivamente a las afueras de Hoyo de Manzanares donde comenzamos un nuevo ascenso, primero por pista y luego por las calles urbanizadas. En un giro a izquierdas nos encontramos con una calle empinadísima de la muerte. Ya llevamos unas pocas subidas duras y esa, toda recta y con rampas del 16,5% que te ponen las piernas calentitas, calentitas. Sergio, que está fuerte como un toro, sube junto a Natalia y Jaime en cabeza. Yo me quedo entre dos aguas y a Jesús se le sale la cadena porque no tiene bien ajustado el tope superior de su cambio y tiene que parar, para su respiro, a volver a meter la cadena en su sitio. 


Justo antes de mi llegada veo como un grupo de ciclistas sale a buen ritmo de un camino a la derecha. Sergio me dice cuando nos encontramos que se trataba de los youtubers de BiciLab, al menos uno de ellos, Charly. Me hubiera gustado verle, una pena.

Llaneamos un poco, muy poco, para girar luego a la izquierda y tomar otro de los senderos que nos esperaba durante el recorrido. El primero que hicimos, la senda de los elefantes, lo bajé con miedito. Por Leganés no podemos entrenar este tipo de situaciones porque no tenemos este tipo de sendas. Antes, además, solíamos ir con frecuencia a la Casa de Campo a bajar senderos pero desde que está perseguido no vamos. De manera que uno se oxida. Pero después del recordatorio intensivo que llevamos hecho esa misma mañana este sendero lo bajo con garantías y, muy lejos de pasar miedo, lo disfruto un montón. 


El sendero termina en la parte más baja de la ruta, en un río que tenemos que cruzar a pie porque en bicicleta es imposible. Saltamos de piedra en piedra con la bici a cuestas. Nada más cruzar el río afrontamos una rampa que según Strava es del 11% pero yo creo que es más porque es de las que obligan a ir manteniendo el equilibrio y echando el paso adelante para no levantar la rueda delantera del suelo. Unos metros de llaneo y la subida más larga del día, que nos lleva de vuelta al punto más alto de la ruta, pero esta vez tras unos 2,5 kilómetros de sufrimiento. Natalia y Jaime se ponen pronto en cabeza. Tienen buenas piernas, entrenadas en las cuestas de los alrededores de Guadarrama donde ambos residen. Yo voy en medio y a pocos metros detrás mía ruedan Sergio y Jesús. Pero Sergio se viene arriba y poquito a poco empieza a remontar. Me adelanta y yo no hago ni por coger su rueda que bastante tengo con respirar. Coge a Natalia y a Jaime. Jaime se queda rezagado y finalmente Sergio corona en primer lugar. No somos nosotros muy de picarnos ni de competir internamente, pero si uno tiene piernas se dice y punto.


Hicimos un breve descanso para reagruparnos. Nos quitamos algo de ropa porque del frescor matutino ya no quedaba ni rastro y el calentón de la subida hacía que nos sobrara hasta la piel. Quedaban ya pocos kilómetros para llegar y además eran cuesta abajo. Ya estábamos saboreando las cervezas frías y las tortillas de patata que Jesús había tenido el criterio de dejar encargadas para cuando llegáramos de vuelta a la terraza junto a la que estratégicamente habíamos aparcado los coches. 


Rodando ya en sentido norte para llegar a Moralzarzal nos embelesaríamos con las vistas de la sierra, clara y nevada frente a nosotros. Pena que la mierda de cámara de mi teléfono no pueda captar la belleza (cursi) de la escena porque os garantizo que el día hubiera merecido la pena solamente para ver esa imagen.

La ruta nos regaló un último sendero que disfrutamos como el que más. O el que más, qué leche, porque era el que más "flow" tenía de todos los que habíamos hecho esa mañana. Rápido, sinuoso y divertidísimo. Para dejar el listón más alto si cabe. 

Y, como no, la foto del tercer tiempo. Cervecita fresca en este día primaveral para celebrar lo bien que lo habíamos pasado. Y qué ricas estaban las tortillas. Sin duda su fama es merecida. 


Siempre he odiado las rutas con perfil de "dientes de sierra" porque las subidas cortas y explosivas me desfondan. O me desfondaban, porque esta vez acabé de una pieza. Estoy especialmente orgulloso de los compañeros, que habiendo aceptado el reto que os contaba al principio (Leganés-Toledo) se han puesto más en forma que nunca y eso lo notamos el pasado domingo. ¡Vaya piernas!

Sin duda repetiremos la visita. Tal vez quedando directamente en Hoyo de Manzanares para disfrutar desde el primer momento de las subidas y bajadas y evitar cuestones por las calles de las urbanizaciones, quien sabe. 

Muchas gracias, Jesús, por hacernos de guía en una ruta que difícilmente olvidaremos. ¿Cuándo hacemos la siguiente?

Descarga el track en Wikiloc

lunes, 18 de abril de 2022

Ciclismo en familia - Vía Verde de la Minería (Córdoba)

Visitar el Valle de los Pedroches (provincia de Córdoba) en primavera siempre es una buena idea. Si además uno de los planes consiste en un día de bicicleta en familia recorriendo una vía verde, la cosa empieza a pintar muy bien. Si añadimos también que buenos amigos compartirán la jornada con nosotros y que el día elegido amanece soleado y con una temperatura perfecta tenemos todas las papeletas para pasar un rato que recordaremos durante muchos años. 

Pero vamos por partes. Estamos hablando de la Vía Verde de la Minería. Un recorrido lineal que no llega a 15 Km y que comienza en las afueras de Alcaracejos / Villanueva del Duque y que termina en el límite municipal de Villanueva del Duque con Bélmez. Teníamos pendiente recorrer esta Vía Verde desde la primavera de 2020 pero la pandemia nos lo impidió. Las vacaciones de Semana Santa nos brindaron una nueva oportunidad y Pablo y su hijo Samuel no se lo quisieron perder. 

Con tanta bicicleta el patio de la casa parecía una tienda de bicis. Mamen, la madre de la criatura y pareja conyugal de Pablo se tuvo que quedar en casa descansando porque una contractura en el cogote le impedía la práctica del ciclismo por suave que este fuera. Ya habrá más ocasiones de salir en bicicleta por los campos de España.


La logística del desplazamiento se resolvió con relativa facilidad. Pablo en su coche llevaba la bicicleta de Samuel y Lourdes y yo llevábamos las cinco restantes. Cuatro en el portabicicletas de bola y otra en el de techo. Así recorrimos los 45 minutos que separan Conquista, donde tenemos la casa, de la estación de El Soldado, punto de inicio de la ruta. 

La primera impresión, que muchas veces es la que cuenta, es excelente. Hay buen aparcamiento, paneles explicativos, aparcamiento de bicicletas y la antigua estación está restaurada para deleite del visitante. La cosa pinta bastante bien. Son las 13:00 cuando comenzamos a dar pedales tras bajar las bicis de los coches y terminar de hacer los últimos ajustes. Para esta ocasión monté un portabultos en el cuadro de la Kona Explosif, que tiene roscas para tal propósito. Es curioso pensar que una bicicleta que en su día era muy, muy top pudiera llevar estas roscas. Es como si hoy las llevara una Specialized Epic HT, se me ocurre. Se ve que antes, al haber menos especialización, las mismas bicis servían para cicloturistear y para competir. 

En este caso, en vez de unas alforjas, llevaba una vieja nevera de tela bien amarrada con bebida y algo de comida, lo que requería frío. El pan y algo de aperitivos los llevaba Pablo en una mochila. 

Nos perdimos un poco al principio y tratando de seguir el trazado original del tren minero acabamos rodando por un pedregal que en pocos metros se convirtió en campo de cultivo. Fueron apenas 200 metros en los que no perdí el teléfono de milagro al salírseme del bolsillo con el meneíto. Menos mal que Lourdes rodaba detrás mía y lo vio caer. En realidad el recorrido correcto estaba a unos metros a nuestra izquierda. Y estaba bien señalizado. Fallo nuestro. 

Afortunadamente la dirección era correcta y pudimos enlazar con la Vía Verde enseguida. Teníamos ante nosotros una recta infinita que recorrer. A ambos lados, alambrada y ganado disperso aquí y allá. El rodar era placentero, recién estrenada nuestra aventura. Extrañamente apenas nos cruzamos con otros usuarios. Una infraestructura como esta en los alrededores de Madrid sería casi intransitable. 

Hitos kilométricos, merenderos, bancos salpican el recorrido. Además de postes y señales en cada cruce que impiden que vehículos a motor circulen por la Vía Verde. Y todo en muy buen estado de conservación.  Me quito el sombrero.

Como íbamos sin prisa y regaladitos se me ocurrió preguntarle a la tropa si les apetecía parar para tomar un aperitivo. La respuesta por parte de los niños fue rotunda: claramente sí. Pero el recorrido en ese punto, la recta infinita, no ofrecía ningún apartadero donde parar con comodidad así que decidimos continuar adelante un poco más. 

La ruta está muy bien señalizada pero encontramos un error en el recorrido indicado por la web. Según este, la Vía Verde continúa recto pasando por la derecha de la estación en ruinas de la foto de arriba. En cambio las flechas (y una alambrada que impide el paso) señalan un cambio de dirección a izquierda por una pista en muy buen estado y un nuevo giro a la derecha para tomar un camino que definitivamente nos lleva a la estación de Peñas Blancas. Intuyo que este camino que estuvimos obligados a tomar (en naranja) es bastante más atractivo que el del trazado en verde que propone la web de Vías Verdes. Lo "malo" es que tenía un par de cuestas.

En este tramo el camino transita por campo abierto, sin alambradas o muros a los lados, y bien podríamos haber echado la manta debajo de una encina para comer, pero como estábamos tan cerca de Peñas Blancas convencimos a los niños para llegar hasta la estación y comer allí. Ya pasaba de las 14:00 y no merecía la pena hacer una parada para el aperitivo y otra para comer. 

Nos sorprendió gratamente encontrar merenderos con sombra en Peñas Blancas aunque uno de los sombrajos estaba en el suelo con los postes serrados, no nos imaginamos el motivo. 

Pusimos la manta a modo de mantel sobre una de las mesas y sacamos comida y bebida para preparar unos bocadillos de jamón con tomate. No es buena idea, tomad nota, comer jamón durante una ruta en bici un día de calor. Luego pasa que el agua escasea.

Pero en ese momento no lo habíamos pensado y... ¡Qué bien supieron los bocatas!

Tras hacernos algunas fotos, jugar un rato y charlar con un señor que llegó en su todo terreno y que nos estuvo contando sobre el lugar ya que se habría criado por allí retomamos nuestro camino.

Nos quedaban apenas cuatro kilómetros y medio de Vía Verde y la recorreríamos con la barriga llena. 

No habíamos avanzado ni 100 metros cuando vimos un charco plagadito de renacuajos. La parada, claro está, era obligatoria. Estos pequeños alicientes son los que hacen que los niños recorran distancias razonables sin aburrirse demasiado. Ellos no disfrutan, como nosotros, simplemente de dar pedales mirando el paisaje. 

Poco antes del final de la Vía Verde atravesamos la "Trinchera Bonita". Reconozco que al leer esta referencia en las flechas indicativas pensé que se trataría de arqueología de la Guerra Civil, pero no. En este contexto una trinchera es un desmonte que se ejecuta para que el tren pueda atravesar una loma. Y hay varias a lo largo del recorrido, siendo esta "Trinchera Bonita" la más representativa. Las paredes de la trinchera estaban aseguradas con malla metálica porque como pudimos comprobar la roca es quebradiza y se pueden producir desprendimientos con relativa facilidad.

Esta última parte de la ruta es significativamente más bonita que la primera parte. Casi sin darnos cuenta llegamos al final del recorrido, a mitad de camino entre Villanueva del Duque y Bélmez. Paramos para refrescarnos y comer unas galletas. Andábamos mal de agua, el jamón y el calor habían hecho estragos. Pero lo peor es que a Lourdes, que se paraba a cada momento a revisar las esparragueras porque esta primavera se han dado muy, pero que muy bien los espárragos trigueros, le picó una abeja en la oreja, que se le puso roja como un tomate y le dolía a rabiar. 

La vuelta, por el mismo camino que la ida al ser las Vías Verdes recorridos lineales, se hizo más ligerita porque además de ser en ligera cuesta abajo rodábamos por camino conocido y no era menester pararse a revisar todo lo que nos llamara la atención... salvo por la excepción de una charca que era parada obligada y en la que pudimos ver algún que otro pez.

Cinco horas y poco menos de 30 kilómetros después llegábamos de vuelta a la estación de El Soldado. Montar de nuevo las bicicletas en los coches nos llevó cerca de media hora al sol, por si llevábamos poca sed y poca quemazón (eso yo, que no me puse crema). Se hacía obligatoria una parada en un bar para reponer líquidos y tomar un merecidísimo helado. Y así se hizo en Villanueva del Duque.

Track en Wikiloc

Son ya varias las Vías Verdes que hemos ido recorriendo y esta es bastante recomendable. Pero ni de coña en Verano. El campo estará quemado, los charcos secos y el calor apretará demasiado. A no ser que se opte por recorrer este trazado en ruta nocturna, que tiene que molar mucho. ¡No lo descartemos para futuras aventuras!

martes, 5 de abril de 2022

Nueva bici vieja para cicloturismo

Si sois lectores habituales de este blog recordaréis que a finales de enero compré (muy barata) una bicicleta de montaña muy sencilla con la idea de hacerle pequeñas modificaciones y utilizarla para rutas familiares, viajes y "dominguerismos" de andar por casa. Podéis encontrar la descripción en esta entrada. La bici tal y como la compré estaba así:


Una Conor PRO 750 SP que desmonté completamente. Con las piezas que no pretendía utilizar y otras que tenía por casa pude montar una bici completa que vendí por bastante más de lo que me costó la Conor, así que en este caso las gallinas que entraron fueron más de las que salieron. Pero hablamos de cantidades de dinero ridículas en cualquier caso. 


Yendo al grano, que no quiero que esta entrada sea demasiado aburrida, este es el aspecto de la bici tras las modificaciones. 


Vamos a repasar los elementos más destacables empezando por el cuadro. Está construido con acero del malo. Cuando lo tenía desmontado lo pesé y rondaba los 3 kilos (es talla 19). Bastante pesado. Espero que no me penalice mucho en marcha. He escuchado y leído muchas veces que es mejor viajar con un cuadro de acero porque en caso de rotura puede soldarse en cualquier sitio al contrario que el aluminio que requiere equipos de soldadura especiales y, por supuesto, del carbono que necesitaría un taller muy especializado para su reparación. Pero, no nos flipemos, la ventaja que supone la facilidad de reparación que estamos señalando aplicaría si yo tuviera pensado viajar a lugares recónditos y extremadamente aventureros (¿puede calificarse un lugar como "aventurero"?), que no es el caso ni de coña. 


Además de no desagradarme estéticamente, el cuadro era de mi talla, estaba muy cerca de casa, costaba (la bici completa) muy barata y tiene roscas portabultos, que es justo lo que andaba buscando. Otro punto a favor es que, como podéis apreciar en la foto, admite dos bidones. Esto sí es un punto importante porque vete a saber por qué andurriales acabaremos rodando y llevar agua de sobra, por si no encontramos dónde reponer, puede marcar la diferencia. Muy a favor de la estética encontré por casa dos bidones del mismo color, aunque uno es más grande que otro. Y para rematar la heterogeneidad cromática pinté de amarillo el portabidón del tubo vertical que originalmente era negro. En la foto ambos amarillos se ven bastante parecidos pero en vivo se nota la diferencia.
Y como nunca sabemos qué infortunios nos acontecerán en nuestras rutas más extremas y para evitar en la medida de lo posible llevar peso a la espalda le he colocado una bomba en el tuno diagonal para tenerla a mano en caso de necesidad.


No sé cómo había acumulado tres portabultos. Síndrome de Biciógenes. A esta bici le he colocado, sencillamente, el más ligero de los tres. Y además tiene un catadióptrico rojo trasero que siempre viene bien para posibles tramos de carretera. Por ese mismo motivo (y para darle uso porque lleva años muerta de risa en una caja) he colocado una luz trasera en la tija de sillín, pero tengo que re-colocarla porque queda muy abajo y las alforjas la tapan. Estas alforjas, por cierto, me las regalaron los amigos de cara al viaje que hicimos a Girona. Vamos, que tienen solera. Pero están como el primer día porque, además de ser de una calidad aceptable, las he guardado con mimo más por lo que representan que por el valor que tienen. Son Intox, marca de componentes de BH (si no estoy equivocado) por si no lo sabéis, que en este foro además de entretener nos gusta enseñar. Las alforjas tienen un montón de bolsillos por todos lados y la parte de arriba se puede separar y se convierte en una mochila por si a uno, en uno de sus viajes de aventura total, le da por dejar la bici escondida entre unos arbustos (por ejemplo) y guardando en esa mochila apenas un botellín de agua y una navaja (multiusos) se va a explorar... qué se yo... un templo (azteca) en ruinas que se encuentre en la selva amazónica. 

No se ve en la foto y no tengo otra donde se vea, pero debajo del sillín, que es el que venía con la Conor y que es suficientemente cómodo como para pasar hora encima de él, he montado la típica bolsa para herramientas. Y como soy un poco gilipollas me he creado la necesidad de hacerme con un kit completo de herramientas para llenar esta bolsa porque no quiero sacar las de la mochila que uso siempre cada vez que use esta otra bici. Tengo esas manías.


Bielas de Aliexpress muy guarreras y monoplato de 30 dientes también chino. Sin complejos, otra de las premisas de esta bici es que no tuviera demasiado valor de manera que estos dos componentes son perfectos. Unos pedales de plataforma que ya he usado varias veces en escapadas de vacaciones con bici completan el conjunto. El eje es de cuadradillo y también es chino y nuevo.


Otro componente a estrenar es este cambio Shimano Acera. El casete (chino) de 9 velocidades 11-40 y los pulsadores Shimano Deore completan la transmisión. Debo de reconocer que me costó más de la cuenta ajustar el cambio y no me extrañaría que cuando haya rodado unos cuantos kilómetros con la bici tenga que volver a ajustarlo. Lo bueno es que tengo tensor tanto en la maneta como en el cambio, eso facilita la tarea. El cambio llega sin problema a la corona más grande, la de 40t, tras apretar bastante el tornillo que separa la roldana superior. Al montar la cadena me encontré con el inconveniente de que como la bici es antigua y originalmente de 7 velocidades la cadena rozaba un poco en la puntera. Lo solucioné metiendo una arandela estrecha en el eje para que quedara entre la patilla y el cierre del casete ganando así poco más de un milímetro de separación, que es lo que venía necesitando. 
       

Como veis en la foto el cambio no está diseñado para llegar a una corona 40t y necesita del típico prolongador de patilla para funcionar. A esta bici no le pido altas prestaciones ni una suavidad exquisita, pero sí fiabilidad y como os digo no estoy del todo convencido de haber dejado el cambio fino. A ver si encuentro tiempo para probarlo y ajustarlo mejor. Otra duda que me asalta es si el plato de 30t con la corona de 40t serán suficiente como para subir cerros con el peso extra de las alforjas cargadas. La experiencia dictará sentencia al respecto. 
 
El transportín (o portabultos) apoya en las dos roscas de la patilla y en las roscas de los tirantes. 6 puntos de anclaje que son más que suficientes. 

No suelo hacerlo pero en esta ocasión he reutilizado los puños de espuma de la Conor porque al ser del mismo color que el sillín me parecía que quedaban bien. El mencionado mando de cambio Shimano Deore funciona de maravilla. El manillar lo tengo desde hace años y luce una serigrafía que indica que es de escandio. Este material se alea con aluminio para conseguir un metal más resistente y ligero que el propio aluminio. No estaría yo muy seguro de que este manillar tenga de escandio solo la pegatina, pero sí puedo garantizar que es ligerito. He reutilizado para esta bicicleta el primer "ciclocomputador" que compré allá por los años 90 y que curiosamente también es Conor. Y funciona perfectamente. Tampoco se ven en esta última foto pero si volvéis a la primera veréis que he aprovechado los acoples de manillar ("cuernos"). Se agradece poder cambiar de posición las manos en tiradas largas, esto lo sé por experiencia. 

Y para terminar de describir el "cockpit" haré referencia a las manetas de freno. Una EXS con ajuste de tensión (como todas) y con la opción de regular la distancia de la maneta al manillar que simplemente cumplen su función.


Sí me hacen un poco más de "tilín" estos frenos V Shimano LX. No tienen el sistema de paralelogramo de sus hermanos mayores XT y XTR pero son taaaaaaaaaan bonitos... venían montados en una bicicleta de rueda de 18 pulgadas que compré a mi hija la pequeña hace un tiempo y me parece a mí que costaban más los frenos de lo que costó la bici. Sin duda no vendrían de serie. Estos frenos funcionan muy bien con las llantas Mavic que van montadas en las ruedas, formando conjunto con unos bujes Shimano Parallax noventeros que compré hace años para una bicicleta que estaba montando a Lourdes (mi esposa querida) pero que me gustaron por ser muy ligeras y se las puse al final a la bici que yo tenía por aquel entonces.

La horquilla tampoco es un alarde pero cumple sobradamente. Se trata de una Manitou SX E de 80 m de recorrido (creo recordar) de principios del siglo 21 de funcionamiento por muelles que agradecería un mantenimiento. Es 100% fiable y no demasiado pesada. En contra es muy rebotona, pero no importa demasiado en este bici.   

Y para terminar, las cubiertas. Unas Maxxis Larsen TT en medida 1,90 que tenía montadas en la Kona Explosif y que le van de perlas a esta bici por lo ligeras y lo rodadoras. Además de ser estrechas tienen el taco pequeño y junto. Unas cubiertas MUY recomendables, tomad nota. Las llevo montadas con cámaras porque no siendo esta una bici que yo vaya a usar con frecuencia no quiero estar pendiente de reponer el líquido tubeless.


El estreno de esta bicicleta será a mediados de mayo recorriendo parte de una vía verde en familia, acontecimiento que detallaré con gusto en una futura entrada en este blog. Pero en mis momentos de evasión mental me regalo el pensamiento con viajes a lugares molones y recónditos, influido como estoy de tanto ver vídeos de Youtube, lo mismo que estaba Don Quijote de leer libros de caballería. Loco perdido, a fin de cuentas. Durmiendo en refugios (no aguanto ni una noche), comiendo pasta cocinada en un hornillo (al segundo día estoy buscando el McDonald's mas cercano), pedaleando bajo la lluvia (a las dos horas llamo a Lourdes para que me vaya a buscar) y remontando cumbres nevadas con la única ayuda de mis piernas y la única compañía del viento y de los amigos que me quieran acompañar. Planazo. ¿Quién se apunta?