¿Quiénes somos?


No somos los más rápidos, ni los más técnicos, ni los que mejor suben, ni los que mejor bajan, ni los que más kilómetros hacen, ni los que más pulsaciones alcanzan, ni los que mejores bicicletas tienen, ni los que más entrenan, ni los que mejor saltan, ni los que mejor derrapan, ni los que mejores caballitos hacen, ni los que mejor pasan por trialeras, ni los que mejor vadean ríos y arroyos, ni siquiera los que mejor se toman las cañas de después. Somos todo lo contrario, somos diferentes, somos perdedores.

martes, 23 de noviembre de 2021

Viaje en bicicleta por la provincia de Cuenca (por Sergio, Jesús y Raúl)

Siempre lo digo... porque es verdad: para mí mantener este blog cobra especial sentido cuando son los amigos los que se toman la molestia de sentarse delante del ordenador y dedicar unas horas a escribir una entrada. Ya sea la crónica de una ruta (como en este caso), un truco de mecánica o lo que sea. Me hace especial ilusión. 

En esta ocasión, más que ilusión, podemos hablar de pura alegría cuando Sergio me dijo que habían escrito sobre la ruta que hicieran Raúl, Jesús y él allá por 2006, poco tiempo después de que muchos de nosotros retomáramos o nos iniciáramos en la práctica de la bici de montaña. Como suelo hacer en estos casos, ya lo sabéis los más fieles lectores, me limito a copiar y pegar el texto tal cual. Espero que lo disfrutéis como yo, con una sonrisa nostálgica en la cara aún cuando por entonces no formara parte de la expedición:

"Hace 15 años, cuando Perdedores BTT empezaba a gestarse, en las rutas que hacíamos siempre surgía la ilusión de hacer un viaje con alforjas, pero por caminos. Al final decidimos organizar un pequeño viaje al que se apuntaron los perdedores ilustres Raúl, Jesús y Sergio. Aprovechando que por trabajo este último conocía bastante bien los alrededores de Cuenca idearon un viaje de tres etapas (había que utilizar un fin de semana para no gastar vacaciones) que recorría una parte de la comarca. Hoy día parece casi inimaginable, pero en aquellos tiempos el uso de smartphones estaba en pañales, así como el tema de Internet en cuanto a aplicaciones geográficas. Así que, para diseñar la ruta, se basaron en la magnífica ayuda de los mapas del Instituto Geográfico Nacional.

Luego tocó el tema de pertrechar las bicis y como el uso de Amazon o Aliexpres estaba tan extendido como hoy en día... pues a la tienda Karacol que fueron a comprar los transportines y alforjas. Allí les dieron gran cantidad de detalles sobre portabultos y diferentes tipos de alforjas, pero como en Perdedores siempre nos gustó ser austeros, y como no sabían si esto de los viajes les iba a gustar, al final compraron las más baratas que había.

Otro punto importante que les quedaba por cerrar era el tema de dormir. Al principio pensaron llevar tienda de campaña y dormir allá donde les apeteciera. Pero al final lo pensaron mejor (con buen criterio) y decidieron buscar alojamiento en los pueblos por los que pasaba la ruta (que no eran muchos) y encontraron una casa rural en Valdemoro de la Sierra y un hotelillo en Uña. Con esto resuelto ya solo quedaba fijar una fecha y pensaron que en septiembre, después de las vacaciones familiares, sería buena época. Y así llegó el día. 


ETAPA 1 CUENCA- VALDEMORO DE LA SIERRA

Un viernes muy temprano cargamos todo en la furgo de Raúl y nos encaminamos a la ciudad de Cuenca. Aparcamos junto al auditorio en un lugar que no teníamos muy claro si se podía o no ya que la Vuelta a España estaba por la zona y una de las etapas acaba allí. Descargamos las bicis y el equipaje y ahora tocaba montar todo y dar un pequeño repaso a la ruta que nos esperaba en la primera etapa. El día perfecto para montar en bici soleado pero sin excesivo calor. Una gran emoción nos embargaba para ver que sorpresas nos depararía esta pequeña aventura.

Comenzamos por la carretera que discurre por las hoces del río Huécar. El lugar es espectacular con las famosas casas colgadas y las paredes de la montaña de ese color amarillento característico de la zona. Es, como todas las carreteras que utilizamos en la ruta, una carretera muy tranquila sin apenas tráfico que nos lleva en ligera cuesta arriba hasta el primer pueblo que se llama Molinos de Papel.

De ahí continuamos hasta Palomeras lugar donde acaba la carretera y comienza el camino. Hay que decir que empezar por carretera nos vino muy bien para coger las sensaciones de llevar una bici con alforjas ya que es muy diferente y cuesta acostumbrarse. No pesamos los bultos, pero seguro que 20kg de más llevábamos. Ahí nos surgieron las dudas de cómo sería sobre un camino bacheado y decidimos apretar aún más las fijaciones poniendo algún que otro pulpo. 


Empezamos el camino cogiendo altura muy poco a poco. El ritmo es muy tranquilo ya que no tenemos prisa y sabemos que aún nos queda lo más duro de la ruta, cuando al pasar una curva vemos muy a lo lejos el comienzo de una de las subidas del día. Ésta nos pone en nuestro sitio y cada uno sube como puede procurando no distanciarnos mucho los unos de los otros. Siempre al final toca reagruparse parando un rato a comer unos frutos secos, beber un poco de agua y recuperar el resuello ya que pese a que estábamos en forma los kilos de más de la bici se notan. 

Después de esta primera rampa el camino confluye en una pista compactada que utilizan los madereros para sacar la madera del monte y empezamos a bajar. Esto significa que luego todos esos metros va a haber que recuperarlos y llega una segunda cuestecilla que libramos bien dado el buen estado del camino. A los pocos kilómetros nos desviamos para coger un camino justo en la mitad de la ruta que en ligera bajada nos conduce a la Rambla de las Cruces que, aunque pequeña, nos estimula con su belleza, sus paredes cortadas y el sonido de los pájaros. Al poco el paisaje cambia y se abre en campos de labor, principalmente girasoles, lo que nos hace pensar que estamos cerca de La Cierva, lugar que nos habíamos marcado para parar y comer algo.

La sorpresa fue que para llegar al pueblo había que subir un pequeño repecho que nos vació un poco más nuestras energías. Serían más o menos las 3 de la tarde y ni un alma en el pueblo así que nos sentamos en un banco y sacamos nuestras vituallas, unos bocadillos, unos frutos secos y un poco de chocolate y llenamos los bidones en la fuente. Cuando estábamos allí tranquilos apareció un chaval de unos 14-15 años con el que entablamos una amena conversación contándole un poco de nuestro viaje y hacia donde íbamos y después de despedirnos y comprobar en el mapa lo que nos quedaba (unos 20km) continuamos el viaje. ¡Uffff, que duro volver a coger la bici! Además, sabiendo que nos quedaba por medio la subida más larga de la etapa y viendo que el cielo se estaba cerrando cada vez más y presagiaba tormenta.

Con pocas ganas empezamos a rodar por un camino llano entre cultivos que nos sirvió para recuperar un poco el ritmo antes de la subida. ¡Y qué subida! 10 km pero sobre todo los primeros 3 en los que se aculaba prácticamente todo el desnivel. El cansancio empezó a aparecer y a Jesús  le empezaron a dar calambres en el muslo. Nunca he visto un músculo moverse como aquel. Él muerto de dolor, pero no sabemos por qué, descojonado de la risa (ver la foto de arriba). Con lo que nos quedaba para llegar al final teníamos nuestras dudas de si íbamos a ser capaces con ese contratiempo. Por suerte llevábamos un espray de Reflex con el que le bañamos las piernas y Jesús se recuperó milagrosamente aunque parecía que en las cuesta llevaba un tipo colgado que le estaba dando con martillo pilón. De la cima a Valdemoro un camino de fuerte bajada (si hubiésemos tenido que subir por ahí lo hubiéramos flipado) que puso a prueba la estabilidad de la carga y llegamos a nuestro destino. Cogimos la llave de la casa, dejamos bultos y una merecida ducha. 

Primera etapa completada, ahora tema importante buscar un sitio para festejar el día con unas cervezas y cenar algo. ¡Sorpresa! En el bar del pueblo nos indican que están en fiestas y que no nos pueden preparar nada. Esa noche celebraban una cena comunal con una caldereta de carne pero que sólo estaba reservada para los oriundos del pueblo. Si queríamos participar se lo teníamos que preguntar a la comisión de festejos. Les debimos de dar un poco de pena porque nos aceptaron con los brazos abiertos. Nos dijeron que no había que pagar nada y podíamos comer y beber vino todo lo que quisiéramos, lo único que debíamos llevar era el cubierto para meterlo del perolo (que raro suena ahora esto de compartir olla en tiempos de Covid). Así que a la hora convenida nos presentamos con nuestra cuchara en la plaza del pueblo. 

¡Menuda pitanza! La caldereta estaba buenísima. Llevaba cordero, venado y un poquito de jabalí con pan y con vino a cascoporro nos dieron las tantas de la madrugada. Agotados nos fuimos a acostar, al día siguiente nos esperaría otro día fino.

ETAPA 2 VALDEMORO DE LA SIERRA- UÑA

El día amaneció radiante y la temperatura perfecta. La noche anterior, viendo que se nos iba de las manos la hora de acostarnos, habíamos decidido levantarnos un poco más tarde. Además la etapa era bastante más asequible que la del día pasado tanto en distancia como en desnivel. Así que alrededor de las 11 de la mañana estábamos con nuestras bicis en la misma plaza en la que la disfrutamos de la curiosa cena, ajustando bultos, engrasando transmisiones y llenando de agua los bidones. Con cierto pesar continuamos nuestro camino ya que nos íbamos a perder el concurso de tortillas que iban a celebrar esa misma mañana en el pueblo. ¡Que se le va a hacer! Lo dejamos para otra ocasión.

El camino era una pista de tierra muy ancha que en constante subida discurre paralela al río Guadazaón que es utilizado para aprovechar la madera del monte y une Valdemoro con Beamud de forma directa. Íbamos tranquilos pero sin descanso, el ascenso se hacía cómodo salvo por algún fuerte repecho que nos hacía elevar el pulso de nuestro corazón. Y así entre conversaciones de todo tipo y echándonos unas risas que rompía la tranquilidad del paraje, casi sin darnos cuenta, llegamos a Beamud.

Como todavía era temprano para comer decidimos continuar nuestra ruta y quitarnos la subida más dura del día. Así que al salir del pueblo cogimos una pista asfaltada que nos subirá al Prado de los Esquiladores. Las rampas de esta pista hacen mella en todos y cada uno la sube a su ritmo como puede (Jesús siempre con su amigo el del martillo pilón colgado de su espalda). Son 3,5 km de subida que irán a una media del 6% al que sumados a los kilos que transportamos y al cansancio acumulado hacen pupita en las piernas.

Miramos al cielo y vemos que no presagia nada bueno. El sol ha desaparecido y ha dado paso a unas nubes con un aspecto muy amenazador. Llegamos al Prado de los Esquiladores siguiendo la pista por un tramo de ligero descenso. Allí hay una base de los cuerpos de extinción de incendios, pero por lo que se ve ya se ha acabado la temporada y no hay nadie. Comemos deprisa lo poco que llevamos en unas mesas a cubierto, que son utilizadas por los retenes de guardia durante el verano, porque de fondo empiezan a sonar los primeros truenos que traen la tormenta. Recogemos y continuamos el viaje pensando que lo que queda es cuesta abajo. ¡Craso error! La carretera empieza a subir de forma constante y un tramo de apenas 3km se nos hace eterno. Con la tormenta cada vez más cerca empezamos a bajar a toda prisa hacia el embalse de la Toba. Desde allí hasta Uña es un pequeño tramo por carretera provincial, así que nos las prometíamos muy felices de que librábamos la tormenta cuando apareció la mala suerte convertida en pinchazo de la bici de Jesús.

Menos mal que por lo menos fue la delantera que es más fácil de desmontar, sobre todo con alforjas. Reparamos lo más rápido que pudimos, pero justo al final, guardando las herramientas, comienza a llover. Nos ponemos los chubasqueros y cruzamos el embalse por la presa a toda prisa para coger la carretera que nos llevará a Uña y nos perdemos las formidables vistas del lugar. Mojándonos y por carretera llana vamos lo más rápido que podemos, pero eso no evita que nos demos un buen remojón. Al final llegamos al Hotel en el que teníamos la reserva calados hasta los huesos. Merecida ducha y montamos en la habitación un improvisado tendedero con un cordino de Raúl para tratar de secar la ropa mojada. Después de la tormenta salimos a dar un paseo por el pueblo. 

Uña está en un entorno privilegiado junto a una laguna y encajonada por unas paredes verticales espectaculares. Como nos habían mojado las zapatillas tuvimos que salir a dar el paseo con el calzado que teníamos Raúl y Jesús con chanclas de piscina y yo con unas zapatillas de esparto (nota mental: no usar zapatillas de esparto en suelo mojado. Al rato de caminar por la zona tenía los pies de nuevo calados porque el esparto fue chupando toda el agua del suelo). 

Después del agradable paseo había que reponer fuerzas, así que al bar y con unas buenas cervezas pedimos unos huevos fritos acompañados con lomo, chorizo y patatas fritas que nos supieron a teta. Con el estomago lleno ya sólo quedaba ir a dormir, esta noche sí, a una hora prudente.


ETAPA 3 UÑA- CUENCA

Amaneció el tercer día con un sol radiante, al igual que los dos anteriores, pero con algo más de calor. Un buen desayuno en el Hotel y ya estábamos otra vez junto a la fuente pertrechando nuestras bicis. Se notaba el esfuerzo acumulado y ganas lo que se dice ganas de montar en bici no teníamos. Y menos cuando nos montamos a pedalear y notamos el dolor en nuestras nalgas. Y es que, aunque estábamos más en forma que ahora, no dejábamos de ser unos Perdedores que no estábamos acostumbrados a montar tantos días seguidos. 

Salimos del pueblo por la carretera CM-2105 en dirección a Villalba de la Sierra al principio hacia abajo, pero nuestra alegría termino pronto y empezamos a subir la primera de las cuestas del día. El paisaje era espectacular y eso hacía más llevadera la ascensión y además por suerte la carretera no llevaba mucho tráfico. 


A la subida le siguió un rápido descenso que nos llevaría al pueblo de Villalba de la Sierra, pero antes paramos en un punto turístico conocido como Ventano del Diablo que es un mirador sobre el cañón del río Júcar que merece la pena verlo.

En Villalba dejamos la carretera y cogimos un camino que sube y sube hasta la Ciudad Encantada. La mayor subida de toda la ruta, 9 km con una pendiente media del 6% y rampas del 20%.  

Jesús y yo optamos por una táctica mas conservadora y las mayores cuestas las subimos empujando la bici pero el bestia de Raúl se empeñó en no bajarse pese a que apenas iba un poco más rápido que andando. Como en todo el recorrido el paisaje nos deja boquiabiertos con esas formaciones rocosas tan características de esta región y la frondosidad del bosque de pinos, que con su sombra nos alivia un poco el calor del día. 

Dada la dureza debíamos parar cada poco a recobrar fuerzas comiendo frutos secos y bebiendo bebidas isotónicas que llevábamos en polvo. Y así nos reagrupábamos animándonos los unos a los otros. El camino estaba en muchos tramos muy roto y con mucha piedra suelta. Incluso sin peso extra se haría muy complicado subirlo. Terminaba en la carretera CM-2104 que cogimos para continuar subiendo a la Ciudad Encantada. Allí en la explanada paramos a comer unos bocadillos que nos habíamos hecho esa mañana antes de salir de Uña. 


Estábamos agotados y todavía quedaba algún camino duro en la ruta. Viéndonos las caritas decidimos cambiar un poco la ruta y continuar por carretera hasta Cuenca. Con la decisión tomada nos lanzamos a tumba abierta por la CM-2104 en dirección Valdecabras. Pese a ir por carretera las vistas seguían siendo maravillosas y se agradecía el avanzar sin ningún esfuerzo. Después de mucho bajar seguimos una carreterilla que va paralela al río Júcar a la sombra de los árboles. 

Ciertamente era un paseo muy agradable, un remanso de paz con las aguas turquesas del río, el único ruido que se escuchaba era el sonido de nuestras bicis y, cuando nos parábamos, el de los pajarillos.  

Pero en este viaje lo bueno dura poco y para entrar a Cuenca hay que subir. Así que con Cuenca a la vista empezaron unas rampas más duras de lo que esperábamos, también por que las fuerzas andaban muy justas ya. Y para colmo Jesús va con la rueda pinchada. Vemos que no pierde mucho y decidimos que en vez de repararla, con lo poco que nos queda, apenas 1km, le damos aire y a correr. 

Aprovechamos el parón para hacer unas fotos de grupo con Cuenca de fondo y continuamos para llegar a nuestra meta entrando en la ciudad por el Arco de Bezudo. Ya en bajada llegamos a la plaza de la catedral donde paramos a comer ya fundidos de cansancio. La etapa de hoy se había vuelto la más dura de las tres. Objetivo cumplido y con una satisfacción por todo lo vivido durante estos tres días que recordaremos para toda nuestra vida."



Gracias, chicos, una vez más (y las que haga falta) por compartirlo. Al puzle de este blog le faltaba una pieza y ahora está completo con este relato. Sirve también para recordar los inicios de Perdedores BTT. Bicicletas mucho más sencillas de las que tenemos ahora... ¡Pero qué buenas piernas!