¿Quiénes somos?


No somos los más rápidos, ni los más técnicos, ni los que mejor suben, ni los que mejor bajan, ni los que más kilómetros hacen, ni los que más pulsaciones alcanzan, ni los que mejores bicicletas tienen, ni los que más entrenan, ni los que mejor saltan, ni los que mejor derrapan, ni los que mejores caballitos hacen, ni los que mejor pasan por trialeras, ni los que mejor vadean ríos y arroyos, ni siquiera los que mejor se toman las cañas de después. Somos todo lo contrario, somos diferentes, somos perdedores.

lunes, 13 de julio de 2020

Lago Castiñeiras - 08/07/2020 (por Miguel)

Miguel está disfrutando de lo lindo este verano de 2020 de la bicicleta. A sus aventuras madrileñas con la Orbea Oíz, que re-estrenó con algunos percances, hay que sumar las inolvidables experiencias que está viviendo con su reencontrada Corratec Superbow Race en Galicia, donde se encuentra pasando unos días.


Recuerdo como si fuera ayer cuando fuimos a comprarla a Talavera de la Reina Juancar, Jaime, Miguel y yo. Menuda bici, de las que se queda uno mirando pasar. Sirvió para que Miguel se reenganchara a este deporte y sigue siendo una bicicleta perfectamente válida para disfutar en el monte. Veamos cómo, Miguel nos lo cuenta.
Sentarse, que esta es buena:

"Queridos perdedores, el año pasado me traje mi querida Corratec a Galicia dejando la Orbea Alma y la Oiz en Madrid para hacer hueco en el trastero y poder aprovechar alguna salidilla por estos verdes parajes. No pude finalmente salir con ella así que me propuse este año hacer alguna salida y tomar contacto con la península del Morrazo que es donde mis padres tienen la casa de veraneo.

Esta crónica corresponde a la segunda ruta que hice. La primera fue por el Cabo da Vela, sus playas, sus faros, sus acantilados, preciosa pero para mi gusto la ruta se haría mucho más disfrutable en sentido contrario. La próxima vez la haré en sentido contrario pero añadiendo como parada punta Couso al norte.


Bueno, vamos a la ruta que nos ocupa que es la segunda:
Quería investigar la zona del Lago de Castiñeiras en el parque de Cotorredondo, una zona muy típica por aquí en torno a un lago en un enclave de cuento muy querido por ciclistas, senderistas y gente que va a pasear o hacer picnic.


Estuve mirando varias rutas, mezclando tramos pero basándome esencialmente en una ruta que me llamó mucho la atención por tener pinta de haber sido hecha por “fuckers de zona que se las saben todas”.


La ruta comienza en subida constante pasando por unos molinos de agua restaurados en una zona muy bonita. En el Morrazo hay muchos molinos de este estilo en mejor o peor estado de conservación que merece mucho la pena visitar.




Continua en campo abierto (en subida) y enlaza con un bosque en el cual se oyen unos disparos. Me extraña un poco, primero porque no indica por ningún sitio que me estoy adentrando en un coto de caza y segundo porque por el tipo y la cadencia de las detonaciones no parecen provenir de escopetas de caza sino de algo semiautomático. Finalmente lo achaqué a “cosas de gallegos” y proseguí la marcha.


La ruta seguía subiendo por pistas bastante expuestas y el calor empezaba a hacer mella. De repente, en un giro, me encuentro con un cartel similar a este:



Utilizando toda mi pericia a lo Sherlock Holmes, até cabos y asocié los disparos de las armas semiautomáticas con algún tipo de maniobras del ejército. Vi que la ruta no tenía caminos alternativos, los disparos se oían muy lejos ya así que decidí hacerme el político corrupto en un juicio (no sé, no me consta , no lo vi, soy tonto y ciego) y proseguí por el camino.

Pasé cerca de unos edificios muy majos para echarse unas partidas al Counter Strike en el mundo real y ya me estaba empezando la voz de Pepito Grillo a molestar por lo bajo “dónde te estás metiendo…”. La pista seguía subiendo y de repente empieza a girar hacia el sonido de los disparos. 

Los disparos cada vez eran más cercanos y potentes.  No tenía mucho miedo a que me fuesen a pegar un tiro porque estaba por una pista claramente visible. Lo único que deseaba es que un posible hijo secreto entre Paquirrín y Belén Esteban no fuese militar y estuviese de prácticas ese día en la zona si no podía darme por muerto.

Seguía avanzando y la pista se empeñaba en llevarme hacia los disparos, crucé una puerta que cercaba el camino y me topé con un camión del ejército de la Cruz Roja con el motor encendido, al menos para apañarme un disparo la ayuda me quedaba cerca.

Lo que más me preocupaba era encontrármelos por el camino y que me dijesen “A ver, tragaldabas, ¿Qué cojones haces aquí? ¿No has visto el cartel gigante y estás sordo?” y yo tener que ponerme en plan Rey Emérito con voz monguer “Lo siento, me he equivocado, no volverá a ocurrir..” y tener que darme media vuelta como un loser.


Finalmente la ruta giró alejándose de la zona de prácticas y terminé cruzando una valla que tenía pinta de delimitar el fin de la zona de maniobras así que me alegré de poder continuar con la ruta y no tener que salir mi padres en Sálvame en plan “Después de la publicidad entrevistamos a los padres del tragaldabas muerto acribillado por el hijo secreto de Paquirrín y Belen Esteban “ (música épica del Señor de los Anillos).


La ruta seguía subiendo y subiendo, estaba paladeando ya las posibles bajadas que tanta subida merecía pensando en trialeras llenas de hadas de los bosques y nanorobots asistiendo en los saltos, no podía ser menos.

Llego a una subida totalmente impracticable llena de piedras, troncos y vegetación. Parece que nadie ha pasado por allí en meses. Me la subo a pata y alcanzo la cota máxima de la ruta. Al rato me doy cuenta de que me he pasado el desvío hacia la primera bajada. Vuelvo sobre mis pasos y veo entre la vegetación salir un hilillo de sendero de 2 cm de ancho.

Sendero totalmente visible...


Me tiro por ahí y me empiezo a desollar los brazos y las piernas. Me huele a que los “fuckers” estos que hicieron la ruta pasaron un par de veces por allí hace años, vendieron las bicis, montaron un puesto de pulpo a feira y nunca más volvió pasar nadie por allí.

A la que bajaba como podía me arrepentí de dejarme en mi casa el machete de selva colombiano, en cualquier momento esperaba encontrarme algún esqueleto de algún explorador con un diario de sus hazañas y un mapa del tesoro.



La bajada contenía algunos centímetros muy disfrutables en los que podía poner los dos pies sobre los pedales.

43,2 cm mazo guapos

De pronto llego a un cortafuegos (vuelta a la civilización) y la bajada continúa por una zona transitada y limpia. Empiezo a coger velocidad, estoy en un punto muy alto donde se ve la costa a lo lejos, islas, el océano... la cosa empieza a molar mucho. 


Continúo bajando y disfrutando bastante rato hasta que de repente el sendero desaparece literalmente en un bosque de moreras asesinas.



Por ahí no puedo continuar sin lanzallamas y he bajado mucho por un sendero sin escapatorias con lo que tendría que volverme a pata durante bastante rato empujando la bici. No lo considero como una opción viable. 

Me asomo por un lateral y veo una carretera a unos 15 metros por donde la ruta vuelve unos 6 km después.


Tanteo el terreno: helechos de Parque Jurásico que no dejan ver el suelo, arboles dispersos y alguna morera que otra. Decido adentrarme con la bici a cuestas. Cuando llevo dos metros dentro de ese infierno me doy cuenta de que haber subido el sendero a pata quizás hubiese sido mejor opción. No me puedo mover ni para adelante ni para atrás, no veo donde piso, avanzo muy despacio destruyéndome las piernas por moreras ocultas entre los helechos (listas hijas de puta). 

La bici se llena de vegetación cada nada así que opto por levantarla como puedo por encima de mí.


Noto como a mi paso se mueve la vegetación por animales que se van yendo a mi paso, al menos se van y no vienen. 

La imagen de la carretera como Santo Grial me da fuerzas para seguir. Avanzo a 2 cm por hora, me siento ridículo ahí en medio. Empiezo a pensar que quizás haber recibido un disparo y estar en el camión militar de la cruz Roja con una manta y cuidados no hubiese sido tan mala salida.



Finalmente llego a la carretera ahí como puedo. Decido firmemente que le dan bien por culo a los 6 Km de ruta de indiana Jones que quedan sin descubrir y me engancho a la ruta de vuelta.
La carretera me lleva hasta un sendero y de ahí empiezo a subir por un cortafuegos. Llego arriba a una zona donde empieza una bajada que había visto en muchas rutas de Wikiloc. 


Una auténtica pasada absoluta, una bajada muy muy larga con zonas muy variadas y en buen estado de conservación. Disfruto muchísimo, quizás la mejor bajada que haya hecho nunca.




La bajada continúa por zonas que se bifurcan con lo que tengo que ir parando para mirar el GPS. La próxima vez la haré mas del tirón. Sigo bajando por caminos pedregosos con la bici temblando a lo loco (Oiz, se te echaba de menos).


Hasta que al principio de otra bajada oigo un ruido extraño y la bici se empieza a comportar de una manera que nunca había visto, es hora de parar y mirar:



COJONUDO, me quedan 7 km para llegar al coche y el sol está empezando a bajar, me veo haciendo un diario para que cuando encuentren mi esqueleto sepan que la bajada me estaba gustando. Analizo la situación y veo que tengo 3 posibles salidas:
  1. Desmontar la cadena y la transmisión e irme encima de la bici empujando con los pies en las rectas como las bicis esas de niños pequeños sin pedales y aprovechar las bajadas.
  2. Hacerme una especie de fixie de gafafasta de Starbuks cortando la cadena y eligiendo algún desarrollo intermedio que me permita llegar al coche con ciertas garantías.
  3. Tumbarme con los brazos en cruz sobre el pecho, dos piedras en los ojos y convertirme en compost y alimento para la Madre Tierra.

Tras descartar la 3º opción porque aún no he visto el final la serie de Netflix que tengo en curso descarto también la segunda por el tiempo que me llevará medir la cadena, cortar, que si mido mal y se salta de piñón o se sale del cassette.. problemas no compatibles con la caída inminente del sol. Sé que a las malas 7 km andando los hago en menos de una hora y que por lo general lo que queda de ruta no tiene muchas subidas así que opto por lo seguro y me voy por la primera opción. Llevar mi mochila de Doraemon llena de herramientas me facilita la tarea. Ando buscando en chainreaction ya “MTB Portable Flamethrower” y “MTB India Jones Machete ANT+” para completar el Kit de salidas por los bosques gallegos.


Enrollando el cable del cambio en el botellero para que no cuelgue



Finalmente, a los 45 minutos y con un alto grado de hastalapollismo, llego al coche y finalizo la ruta.

Plástico que lo mismo vale para llevar una bici que 2 cadáveres de forma holgada

Tengo ganas de volver pero quitando la visita al Área 51 y los senderos de las civilizaciones Mayas perdidas."


Gracias, Miguel, por compartirlo una vez más. Tus rutas cada vez tienden más a convertirse en auténticas aventuras sobre dos ruedas. Estamos deseando que te vuelvan a pasar cosas raras para que las compartas con nosotros.

domingo, 5 de julio de 2020

Ruta nocturna veraniega - 03/07/2020

Si hace 25 años me dicen que mi plan estrella para un viernes por la noche iba a consistir en quedar con colegas para hacer una ruta en bicicleta de montaña por la noche... naturalmente no me lo hubiera creído. Pero a mis recién estrenados 43 años no se me ocurren muchos planes mejores, sinceramente.


El Bombi (que cumplía años, por cierto), Jaime y Ángel nos citamos el viernes 03 de julio de este maldito 2020 a las 21:00 h. para, con buena temperatura y aún de día comenzar nuestra ruta "nocturna". Entrecomillo el adjetivo porque si nos descuidamos acabamos de día. Casi la mitad del recorrido la hicimos sin tener que recurrir a los focos.

Como en nuestra primera incursión en el mundo de la nocturnidad sobre ruedas, hace casi tres años, propuse recorrer la ya clásica Móstoles-Navalcarnero-Móstoles. Para una ruta nocturna son todo ventajas: es una ruta conocida, se rueda todo el rato por pista (principio de la ruta es vía verde), en caso de accidente no sería un gran problema que un vehículo a motor viniera al rescate y el kilometraje y desnivel son más que asumibles.

Como he dicho anteriormente habíamos quedado a las 21. Yo suelo ser puntual... de hecho serían cerca de menos diez cuando llegué al aparcamiento del parque de El Soto pero para mi sorpresa mis tres compinches ya estaban pertrechados y con las bicicletas al ralentí. Deprisa y corriendo me dispuse a bajar la bici del portabicicletas y a ponerme el casco y los guantes para no hacerles esperar... aunque la jugada pasaba precisamente por dejar pasar el tiempo y que cayera la noche, que en esta época del año aún los días son muy largos.


Habiendo rodado apenas 200 metros el Bombi notaba un ruido raro en su freno delantero, de roce. Tratamos de solucionarlo ajustando la pinza de freno con la ayuda de una multiherramienta adquirida en Aliexpress que guarda en el hueco del eje de pedalier y que recomienda.


Nos tuvimos que ayudar de la palanca del mi destornillador de mi multiherramienta para hacer retroceder los pistones... y aún así seguía rozando. Algo debió hacer mal durante el transporte al quitar la rueda delantera.
Reanudamos la marcha y yo aprovechaba para comentar a Jaime y a Ángel por dónde estábamos rodando ya que ambos, además de ser la primera vez que realizaban una ruta nocturna, era la primera vez que recorrían esos caminos.

Pasamos el famoso puente sobre el río Guadarrama y giramos a la derecha para recorrer la pista que transcurre en paralelo al río en sentido norte. Seguía siendo posible rodar sin la asistencia de los focos.

Giramos a la izquierda para afrontar la única dificultad física de la ruta: una cuesta de poca entidad, apenas serán 500 metros... pero noto que no estoy en mi mejor momento de forma y me quedo atrás.

Para disimular finjo estar tomando fotos como esta, para documentar la salida:


Pero seguro que mi intento es en vano, los perdedores me conocen y saben que las cuestas se me hacen bola.

El camino sigue picando hacia arriba y Ángel y el Bombi comienzan a tomarnos ventaja a Jaime y a mi. Yo reconozco estar loco por que el sol caiga del todo y tener que encender el foco... pero la luminosidad es alta aún cuando llegamos a las inmediaciones de Sevilla la Nueva, donde damos otra vez giro a la izquierda para bajar hasta Navalcarnero, con su silo que nos sirve de referencia.

Rodamos ahora con precaución porque algún todo terreno ha pasado por el camino estando este embarrado y ha dejado unos surcos longitudinales bastante peligrosos para la bicicleta. Meter la rueda en uno de ellos aporta muchas papeletas para irse al suelo si acaso tocamos con nuestra cubierta el lateral de la rodera. Pero habiendo sido advertidos (tres semanas antes habíamos hecho esta misma ruta de día) solventamos el tramo peligroso con cierto talento.

Ahora sí que sí fue necesario encender los focos, sobre todo porque teníamos que cruzar la M600 y queríamos ser vistos. Al llegar a Navalcarnero propuse hacer una parada para el avituallamiento, que no todo va a ser dar pedales. Aunque la (gran) idea fue de Jaime. Y es que perdonar una cena no es de recibo, por mucha bici nocturna que esté uno disfrutando.


Así fue como junto al tanatorio municipal dimos cuenta de unos montaditos que más que por necesidad comimos por darle a la ruta un aliciente más y por darle al sol esos minutos de gracia que necesitaba para perderse definitivamente por el oeste, como viene siendo habitual.


Aproveché para grabar ese vídeo corto para saludar al resto de perdedores que por un motivo u otro no pudieron acudir a la convocatoria. Seguramente tras esta ruta pasará un tiempo hasta que podamos juntarnos de nuevo. Entre compromisos y vacaciones no solemos tener mucha actividad durante los meses de verano y este año no creo que sea una excepción.


Retomamos la ruta y gracias a la "mirada del gitano" (es así como se llama a remirar todo bien para no dejarse nada cuando te marchas de un lugar) del Bombi no tuvimos un percance de los buenos porque Ángel se olvidaba la mochila con las llaves del coche incluidas. Hubiera estado gracioso darse cuenta ya habiendo acabado la ruta.

Pero, una de cal y una de arena, el mismo protagonista de la buena acción del día dio con sus huesos en el suelo minutos después al meter la rueda en un surco de 4x4 como las que he descrito en párrafos anteriores. Cayó lateralmente y con mucho estilo. Por fortuna, sin consecuencias físicas que lamentar. Pudimos reanudar la ruta sin más consecuencias que el orgullo herido, que tampoco pasa nada por herírselo un poco en el día de tu cumpleaños.



Ya con noche cerrada la temperatura era espectacular. Se notaban grandísimas diferencias cuando pasábamos por alguna vaguada, un frescor que invitaba a quedarse. Con los caminos, conocidos y de buen rodar, para nosotros solos y con la luz que proporcionaban los cuatro focos, que era más que suficiente, daba gloria bendita avanzar por el pinar de Navalcarnero. Un conejo debió de pensar lo mismo porque salió a correr justo en el peor momento para la salus de Ángel... que por fortuna pudo esquivarlo (o el conejo a él) evitando una caída casi segura y un probable conejo al ajillo para comida del sábado.


Los kilómetros pasaban, la ruta iba tocando a su fin. Los sube-baja que aproximan al ciclista hasta el puente del río nos permitían ver las luces de las casas de Parque Coimbra. Con buen ritmo, sabiendo ya que rodamos los últimos kilómetros, recorremos la vía verde de vuelta a el parque de El Soto para, unas tres horas después, bajarnos de la bicicleta con la satisfacción de haber vivido una buena experiencia en excelente compañía.



Volviendo a casa un viernes a las doce de la noche después de meterme una ruta en bici, tras madrugar toda la semana, habiendo cenado apenas un montado de lomo y con la fatigosa inminencia de tener que desmontar la bici del coche, subirla a casa, ducharme y cenar, sabiendo que aún me queda un buen rato para poder echarme a dormir y que mañana tendré que levantarme a las ocho para acudir a otro evento lúdico-deportivo, este de categoría familiar, estoy contento. Y entre bostezo y bostezo me sonrío.
¡Quiero más nocturnas!